A veces, en nuestros abandonados
pueblos, surgen pequeños detalles interesantes que hacen que la esperanza de
verlos revivir cobre vida. Este es el
caso que queremos tratar en estas líneas. Nos dirigimos en esta ocasión a
Matanza de Soria y Villálvaro. Hemos de tomar la carretera que conduce a El
Burgo de Osma. Cuando vamos hacia allí vemos cómo las máquinas levantan y
derriban tierras para alisar superficies que se convertirán, algún día que no
acaba de llegar, en una autovía. A tramos, a bocanadas, aparecen cuatro
carriles, y en una de esas bocanadas de asfalto vemos a nuestra izquierda esa
maravilla constructiva que es la torre de la catedral de El Burgo. Es verdad
que le falta altura, sería perfecta si la tuviera, pero precisamente eso, su
robustez, es lo que le confiere su personalidad.
Cuando llegamos a la altura de
San Esteban de Gormaz, abandonamos la N -122 y tomamos la SO-P-5004 que nos
conduce a Matanza de Soria. Su nombre hace referencia, según diferentes
leyendas, al aniquilamiento de parte del ejército musulmán tras la batalla de
Calatañazor. Se trata de un pueblo pequeñito, como casi todos los nuestros. No
llega a 50 personas las que viven en él. Llegó a albergar a más de 200
habitantes y a constituirse como municipio, condición que perdió a finales del
siglo XX, momento en el que se integró en el ayuntamiento de San Esteban de
Gormaz. Aquí no hallamos esas bellas casas de piedra que hemos contemplado por
otros lugares de la provincia. La austeridad del adobe se ha enseñoreado del
pueblo, ese material que eleva el suelo y el barro a la categoría de hogar.
Al lado de su negocio se asienta la iglesia del pueblo, dedicada a San Juan Bautista. Se ubica sobre un promontorio que propicia una excelente visión del entorno. Allí sobreviven restos de antiguas bodegas y lagares, aunque la mayoría se encuentran a la sombra de la ermita de la Virgen de la Guía. Su origen es románico, como casi todas del mundo rural soriano. Edificada con mampostería y sillares en las esquinas, originalmente solo poseía una nave. La iglesia fue modificada ampliamente durante el Gótico y en el siglo XVIII, adquiriendo su fisonomía actual. Su antigua planta basilical ha evolucionado hacia otra de cruz griega, planta que aporta una gran amplitud interior al inmueble. Un arco de gloria apuntado apoyado en semicolumnas adosadas con capiteles esquemáticos, da acceso al presbiterio, cubierto con bóveda de cañón apuntada, y al ábside semicircular, oculto por un retablo barroco y cubierto con bóveda de cuarto de esfera levemente apuntada. Siguiendo el modelo de la iglesia de San Martín de Rejas de San Esteban, el presbiterio se decora con dos arcuaciones ciegas a cada costado, decoradas con unos inquietantes grafitis con esvásticas y otros elementos. Al exterior destaca su ventana absidal de doble arquivolta y la cornisa de bolas, soportada por canecillos que representan barrilillos, una liebre, figuras zoomórficas, cabezas de bóvidos y una especie de batracio.
Embutidos en el pórtico vemos
restos del antiguo inmueble, así una estela romana y una pilastra, mientras que
en la espadaña aparecen dos sillares con decoración de entrelazo. A la sombra
de la espadaña y mirando a poniente se ha instalado un banco, donde poder contemplar
las puestas de sol y en noches estrelladas el cielo límpido de Soria. Un
ejemplo más de revitalización de nuestros antepasados que sirven de guía a lo
que hoy se debería realizar.
La misma carretera nos conduce a
Villálvaro, municipio más grande, tal y como se observa desde el cementerio,
junto a la ermita de San Pedro. No es ésta la ermita que buscamos. Ezequiel nos
ayuda a encontrar la de la Virgen de Lagunas. Antes, ha sido tan amable de
invitarnos a un vino de cosechero que alivia nuestra sed y hace gozar a
nuestras almas. El vino reposa en buenas cubas. Cuando llegue el calor lo
trasegará a garrafones y lo trasladará a su bodega cercana para que el fresco
siga manteniendo su calidad. El vino lo consumen él y los suyos, pues un año
tiene muchos tragos. En estas tierras sorianas la vid, el vino y su cultura
cobran un protagonismo inusitado.
Por
el camino de concentración parcelaria que une Villálvaro con Zayas de Báscones
llegamos a la ermita reconstruida de la Virgen de Lagunas. Este es otro ejemplo
de reconstrucción, como el de Ana Carazo, o la iglesia de San Juan Bautista de
Matanzas; prueba de que, en nuestros pueblos, pueden abrirse iniciativas
revitalizadoras. La hoy ermita fue la parroquial del despoblado de Lagunas
perteneciente a la Comunidad de Villa y Tierra de Santo Domingo de Silos, situado
al norte de la parroquia; emplazamiento que justifica la orientación de la
portada, algo poco común por estas tierras. El abandono del lugar provocó el
progresivo deterioro del inmueble, el olvido de la tradición y el expolio,
siendo el más doloroso el efectuado a principios de los años 80, cuando se
saqueó la portada.
José Luis Hernando Garrido, en el capítulo dedicado a la Ermita de la Virgen de Lagunas en la Enciclopedia del Románico de Castilla y León, finalizaba el texto con esta profecía: “La incuria y la progresiva pérdida de la cubierta auguran un amargo porvenir para la ermita de la Virgen de Lagunas, que amortajada por la cruda despoblación de las localidades cercanas, va identificándose progresivamente con el desolado paisaje.” No se cumplió. En 2005 se derrumbó la bóveda del ábside, que a la postre haría posible en 2007 la intervención del Proyecto Cultural Soria Románica. Este proyecto logró salvar el inmueble y aportar luz a su pasado. Por su intervención sabemos que la iglesia sufrió un derrumbe en el muro meridional en el siglo XVII, rehaciéndose en sillería y reutilizando materiales del pórtico desaparecido. Se acorta en anchura y longitud la nave y se descentra la portada.
De su mobiliario sobrevivió la talla de la Virgen de Lagunas, sedente y con el Niño sentado sobre la rodilla de la Madre. La talla, reconvertida en imagen de vestir, se custodia desde hace 100 años en los dos pueblos; en los últimos años, de marzo a mayo, reside en Zayas de Báscones y el resto del año, en Villálvaro. Precisamente cuando regresa a esta última localidad se la recibe en su ermita con música y comida campestre, en una fiesta que hermana a los dos pueblos.
Su descripción responde a
características parecidas a todo el románico rural soriano. La parroquial contó
con una galería porticada al norte y una portada de medio punto, que sufrió un
gran expolio y que hoy vemos reconstruida. En el pavimento exterior podemos ver
marcadas la antigua planta y la galería. El diseño de la nueva puerta crea la
ilusión de encontrarse abierta, lo que anima al viajero a acercarse y a través
de un cristal contemplar el interior. En sus muros muchos, lugareños
inmortalizaron sus nombres; así lo hicieron Narciso y Fermín, en espacios bien
visibles.
Siendo esta pequeña ermita muy
similar a otras muchas de antiguos despoblados sorianos, la diferencia de esta
con el resto es que aquí sí se ha realizado una reconstrucción; tal vez
polémica, pues diferencia con claridad lo nuevo de lo antiguo, pero sin duda,
sea como sea, esa ermita no se cae y ha recuperado parte de su uso. Y eso, ya, es muy importante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario