viernes, 17 de noviembre de 2023

Derrumbe en San Bartolomé de la Barbolla

Derrumbe de parte de la techumbre de la iglesia de San Bartolomé de La Barbolla. Clic en imagen para leer el artículo de Heraldo-Diario de Soria.



martes, 10 de octubre de 2023

NUESTRA SEÑORA DE LA CALÇADA DE BRÍAS, UNA PUERTA ABIERTA AL PARAISO




No insistiremos en el frío intenso que nos acompañó el día 7 de febrero, cuando visitamos Paones, Brías y Mosarejos, pues ya dimos cuenta de ello en la anterior entrega.

Para ir a Brías, el trayecto por carretera más corto es llegar hasta Berlanga de Duero. Una vez en ésta, y superada la puerta de Aguilera, tomaremos a la derecha la SO-P-4132 hacia Paones, donde nos desviaremos a la derecha para que a través de la SO-P-4135, acompañados por tainas y colmenares en ruinas; encinas, sabinas y pinos de repoblación devastados por la procesionaria, llegar a nuestro destino.

La entrada a la localidad es espectacular, pues, sin querer, se topa el visitante con la visión de ese gran edificio que es la Iglesia de San Juan Bautista, plantado casi en el centro de la nada, pues Brías se acerca, cada vez más, a la nada.

La conquista del territorio de Gormaz se produjo en torno al 1060. Brías quedó sorprendentemente dividida entre dos Comunidades de Villa y Tierra: la de Berlanga y la de Gormaz. El lugar contó con dos collaciones: la de San Juan Bautista y la de la Virgen de la Calçada. La pertenencia a dos villas, sin ser única en Soria, pues también Valdelagua del Cerro perteneció a Soria y a Ágreda, sería el desencadenante de la obtención de unos derechos y deberes para los briaseños, que redactados en un Pergamino en 1547 han llegado hasta nosotros: “Franquezas y libertades del lugar de Bríes”. Por este documento, conservado en el Archivo Histórico Provincial de Soria, sabemos que esos derechos se encontraban vigentes en 1381, y que el lugar los pierde en 1641 por sentencia de la Real Chancillería de Valladolid a favor de la villa de Gormaz, que exigía el pago de determinada cantidad de maravedís para hacer frente a la invasión francesa por Fuenterrabía.

A finales del siglo XVIII, tenía cierta autonomía, con alcalde pedáneo nombrado por el marqués de Berlanga y, según el censo de Floridablanca, albergaba a 216 habitantes.

Como casi todas las localidades, alcanzó la categoría de municipio en el siglo XIX, con la caída del Antiguo Régimen, y perdió esta situación al final del siglo XX en el que se integró en Berlanga de Duero. Hoy, en invierno, no son ni diez las personas que duermen en la localidad. En el verano y durante algún festivo la llegada de antiguos moradores alegra sus escasas callejuelas.

Como decíamos anteriormente sorprende sobremanera esa poderosa iglesia del siglo XVII que se levanta en una amplia plaza adornada por una fuente de cuatro caños generosos. La Iglesia barroca se tragó a la románica que ocupaba el lugar, aunque conserva como recuerdo la pila bautismal y la aguabenditera. Sus arquitectos la embellecieron con una esbelta torre coronada con una balaustrada, cobijando en su interior cuatro retablos del maestro vallisoletano Alonso del Manzano. Resulta difícil creer la existencia de una iglesia de tales dimensiones e importancia en una localidad tan pequeña. La respuesta está en el mecenazgo de D. Juan Aparicio y Navarro, nacido en Brías en 1624 y perteneciente a una familia ilustre asentada en estas tierras de Berlanga. Alcanzó a ser obispo de Lugo y de León, y su poder fue suficiente para levantar la iglesia de su pueblo natal, en la que está enterrado, así como el palacio familiar.

Pudimos visitar la iglesia gracias a la generosidad de Carlos Sánchez Capilla, custodio, junto con Ángeles, su mujer, de estos templos, y voluntarios en el programa “Abierto en verano” que nos facilitó la entrada y el gusto por contemplar sus fantásticos retablos. Paseando por el pueblo pudimos llegar a la calle dedicada a nuestro compañero, también hijo de la localidad, Enrique Pascual Oliva.

El encanto del pueblo atrajo a principios del siglo XXI a Elena Lambea y William Graves, este, hijo del afamado escritor británico Robert Graves y residentes en Mallorca. En Brías tienen su casita y algún rincón de reposo y descanso que utilizan en el buen tiempo.

En el viejo camino a Nograles, junto a la fuente de tradición romana y enmascarada entre choperas, encontramos la antigua iglesia de la Virgen de la Calçada. Cuando en el siglo XVIII la imagen románica de la Virgen que albergaba la iglesia fue trasladada a la parroquial de Brías, el inmueble disminuyó su categoría, pasando a ser denominada ermita de la Soledad, y, posteriormente, desde 1822, fue utilizada como cementerio hasta la década de los 60 del pasado siglo. Por último, es una ruina expoliada, pero desde 2013, consolidada.

Se trata de un edifico humilde, típico del rural soriano, de una única nave en la que se levantan los muros con mampostería menuda, en parte enfoscada; con refuerzo de sillares en las esquinas y vanos; cabecera semicircular y portada en el muro sur. Solo la cabecera conserva la cubierta, que desapareció en el resto, quizás al convertirse en cementerio. La nave conserva su cornisa románica, apoyada sobre canecillos de dos nacelas superpuestas, elevándose sobre la cabecera, pues sobre esta se alza, en buena sillería, el piñón de levante, coronado por una gran cruz de brazos curvos.

Al exterior, destaca la portada, ejecutada en un cuerpo adelantado de buena sillería, coronada con una cornisa de bolas. Los muros de los huertos y un césped natural conducen nuestra vista hacia esta pequeña portada que ha sufrido un expolio continuado. Columnas y capiteles han desaparecido, ya nunca veremos las cuatro arpías que vigilantes custodiaban la portada, ni el encestado de Brías. En la parroquial se custodian dos capiteles con decoración vegetal, así como el de la arpía de doble cola que fue devuelto, misteriosamente, después de haberse sustraído. Cinco arquivoltas abocinadas hacia el exterior protegen el arco de ingreso decorado con una cadeneta trenzada. Desde el interior vemos dos arquivoltas con boceles simples, la tercera con óvalos cóncavos de perfil dentado de gran plasticidad; la cuarta se decora con un sogueado y la quinta con un billeteado. El conjunto se protege con una chambrana con decoración de bolas.

Ya hace unos años que el historiador e investigador Josemi Lorenzo Arribas descubrió en la arquivolta exterior unas letras, que, entonces, pensó que pudiera tratarse de una “datatio”, pero que ahora, pasado el tiempo, ha logrado desarrollar una hipótesis novedosa que pronto dará a conocer.

Al traspasar la puerta nos encontramos con algunas cruces con sus inscripciones, y en la jamba occidental este epitafio: “Aquí está enterrado Cipriano Antón. Año 1883”. El solar está parcialmente limpio, Carlos lo adecenta de vez en cuando. La cabecera semicircular se cubre con bóveda de horno, mientras que el presbiterio lo hace con bóveda de cañón apuntada, todo ello parte de una imposta de nacela que recorre toda la cabecera. El arco de gloria apuntado y doblado es muy cerrado, descansando sobre dos semicolumnas con capiteles historiados y basas áticas.

En el capitel del lado del Evangelio vemos en el centro a dos personas que se dan la espalda portando sendas hachas, enfrentado el de la derecha a un caballero y el de la izquierda a un oso bonachón, que Pablo Martínez Lablanca pone en relación con el de San Baudelio de Berlanga. Los ángulos superiores de la cesta se decoran con dos máscaras muy esquemáticas. El capitel del lado de la Epístola se decora en el centro con la Virgen sedente y el Niño sentado sobre sus rodillas en actitud bendiciente, escoltada por dos aves en lucha en el lado oriental, y con una escena juglaresca a poniente; en esta escena vemos a una bailarina que se contonea y un músico que toca una fídula o viola de mano. En los ángulos superiores, se representan dos frutos ovalados. Las basas, muy erosionadas, tuvieron una decoración escultórica, pudiendo distinguirse en la del lado del Evangelio a dos cuadrúpedos enfrentados.

La decoración escultórica de estos capiteles es de una simplicidad extrema, destacando como original los grandes ojos concéntricos de la Virgen y el Niño, algo que ya vimos en las cuatro máscaras que decoran la pila de agua bendita románica que se encuentra en la iglesia de San Juan Bautista.

En este espacio estuvo la imagen románica de Nuestra Señora de la Calçada, que sería trasladada a su nueva ubicación con anterioridad a 1711, pues en esa fecha se constituye en la ciudad de Astorga su capellanía.

En el ábside se abre una ventanita abocinada hacia el interior, por la que según la tradición oral, un rayo de luz entra al amanecer del día de San Juan iluminando el capitel de la Virgen y el Niño. Desde que la iglesia se abrió al cielo no se puede observar ese “milagro” de la luz. La cabecera se enfoscó y decoró con un falso despiece de pincelado rojo. En el muro del presbiterio, en lugar preeminente, reposan los huesos de Luisa de Aparicio Lizarralde, asesinada en circunstancias extrañas un 9 de diciembre de 1883.

Al abandonar el lugar nos damos cuenta de que encima de la puerta existen tres huecos, que sin duda son tres dujos para colmenas, conservando el del lado de poniente dos barras de hierro en cruz, observando al exterior las piqueras por las que saldrían las abejas.

Nos despedimos del lugar con un sentimiento de tristeza, pues pese a su consolidación, la portada, una joya del románico soriano, se halla mutilada y al parecer sin ninguna intención de que regresen las columnas y capiteles que se encuentran en la parroquial. Pensamos que la vuelta de los originales y una reposición de lo sustraído dignificaría estas ruinas.

BIBLIOGRAFÍA:


- BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1909): Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria. IIª edición, Soria. Ed. Tipografía de Pascual P. Rioja.

- CABRÉ AGUILÓ, Juan (1916); Catálogo monumental de Soria y su provincia, ms. Inédito en el Instituto Diego Velázquez del C.S.I.C. Madrid. Copia en la Biblioteca Pública de Soria.

- ENRIQUEZ SALAMANCA, Cayetano (1998) Rutas del románico en la provincia de Soria. Edita Codex-Rom. Tudela.

- HERNÁNDEZ ÁLVARO, Ana Rosa (1984): La imaginería medieval en la provincia de Soria. Edita Centro de Estudios Sorianos (CSIC), Soria.

- HERBOSA, Vicente (1999): Románico en Soria. Ed. Lancia. León.

- HUERTA HUERTA, Pedro Luis (2002): “Ermita de Nuestra Señora de la Calzada”, en Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria, vol. I. M.Á. García Guinea y José M.ª Pérez González (dirs.), Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico, pp. 266-269.

- IZQUERDO BERTIZ, José María (1986) El románico en la provincia de Soria. Soria.

- LLAMAZARES RODRÍGUEZ, F. (2009); Alonso del Manzano y Tomás Sierra en tierras sorianas. Revista anual de Historia del Arte.

- MADOZ, Pascual (1846-50): “Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria.” Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, 1993. Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid.

- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): "Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana." Madrid. Editora Nacional.

- MORENO GALLO, Isaac (2022) “ La Defensa Telegráfica de la Frontera Califal del Duero. Atalayas y vías romanas en el siglo X”. Edita Excma. Diputación Provincial de Soria

 

jueves, 6 de abril de 2023

SANTO TOMÁS DE MOSAREJOS, ROMÁNICO EXPOLIADO Y CONSOLIDADO

“Llegar a un pueblo, ir hacia la derecha, luego girar a la izquierda, tener la sensación de que ya has visto la mitad, y no haber encontrado, todavía, a nadie . . . El silencio, aquí, parece más fuerte que cuando, hace unos pocos minutos, andábamos por el campo”. 

A pie por Castilla. Josep Maria Espinàs

 

La mañana del siete de febrero se presentó terriblemente fría y las predicciones no auguraban una mejoría. Salimos de Soria con un grado negativo pero, así como nos alejábamos, en dirección suroeste, el termómetro fue bajando hasta los -4, y no pasamos de +4 en el tiempo que duró nuestro recorrido.

Para llegar a Mosarejos hemos de invertir una hora aproximada de automóvil. La autovía hacia Madrid nos llevará hasta el cruce con la SO-100, carretera, que atravesando Quintana Redonda, Fuentepinilla y Andaluz, nos conducirá a una rotonda abierta para cruzar la CL-116 en dirección a Berlanga de Duero. En esta localidad, a la altura de la Puerta de Aguilera, tomamos un cruce a la derecha hacia la carretera SO-P-4137, que nos llevará hasta Recuerda. Es allí donde debemos coger la carretera SO-160 para que nos acerque a un desvío que por la SO-P-4129, entre sabinares, encinares y los valles del Arroyo de Fuente Arenaza y del Estepar, que forman dos pequeños y bonitos cañones, nos situará en Mosarejos.

Las tierras de Mosarejos fueron de señorío y ligadas a la Comunidad de Villa y Tierra de Gormaz desde su conquista cristiana en 1060. Cuando los señoríos acabaron, en el siglo XIX, pasó a ser municipio y nunca llegó a alcanzar los 100 habitantes. Posteriormente pasó a integrarse en el ayuntamiento de Recuerda. Hoy viven en Mosarejos dos vecinos, que mantienen el pueblo limpio y aseado.

La entrada del lugar recibe al visitante con un conjunto en muy buen estado, compuesto por una fuente de tres caños con abundante agua, un largo abrevadero, un lavadero a cielo abierto y un merendero, al lado de algunos huertos con sus nogales, y una gran chopa a la vera del arroyo. Todo ello como si fuese un reclamo para que el visitante disfrute del paraje y se quede.

Cuando entramos en el pueblo, la imagen es desoladora. Muchas de las casas están en ruinas, y solo dos o tres parecen habitadas o en condición de habitarse. Mosarejos es casi un despoblado sin solución, un pueblo deshabitado. Las casas ya citadas y un gran almacén, casi nuevo, son las únicas y resistentes señales de vida humana en el lugar. En lo que debió ser la plaza, resisten los muros de lo que fue el ayuntamiento y la escuela, ya con el tejado hundido. A mediados de los años 80 del pasado siglo existió un proyecto, que no salió adelante, para introducir agua corriente y red de alcantarillado en las viviendas. Esto acabó por expulsar a los pocos vecinos que aún resistían y dificultó que conservaran sus casas como segundas residencias.

Una torre palomar y las ruinas de la iglesia objeto de este artículo son lo más reseñable. El pueblo se estructura en dos barrios: de Arriba y de Abajo, separados por unos 150 metros. La iglesia, situada en el Barrio de Abajo, estuvo consagrada a Santo Tomás Apóstol. Por una fotografía vista en el blog “Los pueblos deshabitados” de Faustino Calderón, sabemos que en 1996 el inmueble contaba con casi toda techumbre.

El templo es de una única nave, con cabecera cuadrada y espadaña que todavía siguen en pie. Adosados al muro sur, encontramos un pórtico y la sacristía. Propiamente románicos son: los muros de la nave, ejecutados en encofrado de cal y canto, sin sillares en las esquinas, entrecruzándose las tongadas entre un muro y otro; la portada en el muro meridional, y el muro que rodea el atrio, en el que se han utilizado sillares medievales. En este muro aún podemos observar sillares labrados a hacha, dovelas aboceladas, así como un alquerque de a doce. En tiempos más modernos, quizás avanzado el siglo XVI, se modificó la cabecera, ejecutándose en mampostería con sillares en los esquinales y desapareciendo el arco de gloria románico. La espadaña, coronada a piñón con cruz, se recreció en buena sillería con dos troneras. Los muros de la nave fueron recrecidos, perviviendo en el muro sur 18 canecillos de nacela sin cornisa, que nos indican la altura de la nave románica.

En esta gran reforma de finales del siglo XVI, tanto cabecera como nave se cubrieron con un artesonado, del que solo se ha podido salvar el ochavado de la cabecera. Cuentan los vecinos que el último párroco con el que contó Mosarejos, D. Luftolde Gonzalo Andrés, que venía de Recuerda y que también asistía la parroquia de Galapagares, solicitó ayuda para salvar la cubierta de Santo Tomás, pero no se la dieron y no pudo hacer nada por salvar esta joya. El artesonado de la nave, con la caída del tejado a partir del invierno de 1996, se perdió; sin embargo, a pesar de los daños sufridos, en 2008 se desmontó el artesonado ochavado del ábside, se restauró y se expuso en las Edades del Hombre de Soria, “Paisaje Interior” de 2009; en 2013 se instaló en el Museo Catedralicio Diocesano de Burgo de Osma.

La nave, tal cual la vemos ahora, nos plantea muchos interrogantes. Está desprotegida de su techumbre y abierta al cielo; ¡otra más!, mostrándonos las cicatrices de sus retablos laterales, y como se desprende su mortero. Esta se levanta con encofrado de cal y canto y sin cimentación, aunque agarrada a un suelo pedregoso. No hace mucho todavía conservaba sus vigas de madera; hoy están perdidas, como también lo están las maderas que componían el coro a los pies del edificio. En este muro se aprecian sillares reutilizados así como dos grandes arcos apuntados, que sin duda ejercen la función de descarga para proteger el muro de cal y canto del peso de la recrecida nueva espadaña, que, hoy, ya no luce sus campanas. Todavía conserva parte del banco corrido de mampostería, que nos retrotrae a la desnudez de mobiliario de las iglesias medievales. En el muro norte, a elevada altura, quizás con acceso desde el coro, se abrió una ventana adintelada con dos escaños de piedra que simula un festejador, que, aún, conserva sus cristales emplomados. También en el muro norte se abrió otro óculo, este junto con los anteriores vanos, iluminarían la nave.

Se accede a su cabecera absidial a través de un gran arco despojado de cualquier ornamento. Todavía se puede ver la cicatriz que dejó el retablo que la presidía y parte del altar de obra. El solado es de buena sillería y allí, encogida en un rincón, como el propio pueblo, se ha depositado la pila bautismal que estuvo a los pies de la iglesia, debajo del coro. Tiene forma de copa, con una embocadura tan deteriorada que no se puede deducir cuál fue su decoración; por debajo, un friso de arquillos peraltados que dan paso a gallones sobre un pie cilíndrico estriado. Esta pila es muy parecida, pero de mejor calidad, que la que se conserva en la parroquial de Fresno de Caracena.

El muro sur experimentó muchos cambios y modificaciones, pues en su atrio se situarán, a lo largo de su historia, varias dependencias, que habrían de transformar el lugar abierto en un espacio cerrado construido en mampostería. Ese pórtico, en algún momento, se dividió para construir allí dos dependencias a ambos lados de la portada. En su parte este se adosó la sacristía en la planta baja, y una troje en la superior. Este granero se habría de convertir en los años sesenta del pasado siglo en el teleclub, con acceso desde el atrio a través de una escalera. Aquí se abre la portada, en un cuerpo adelantado en buena sillería, con arco de ingreso liso, dos arquivoltas y una chambrana. La primera arquivolta es de bocel, entre medias cañas. Esta descansa sobre columnillas acodilladas y capiteles que fueron expoliados, hoy reconstruidos. La segunda es de chaflán con una cadena en ocho que todavía conserva parte de su policromía. La chambrana se decora con un ajedrezado, al igual que cimacios e impostas. La portada se protege con tejaroz con cornisa achaflanada, decorada con toscas rosetas y sostenida por canecillos de proa de barco.

En 2012, se produjo el expolio de los dos capiteles con sus cimacios y columnas de la portada. Tras ello, la Junta de Castilla y León procedió a la limpieza y consolidación de estas ruinas, a través del Proyecto Cultural Soria Románica, cubriendo ábside, sacristía y rehaciendo el atrio a su antiguo volumen. Esta estructura recrea el pórtico de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Castillejo de Robledo.

Antes de abandonar el atrio destacan las múltiples cruces de almagre que aparecen en sus muros perimetrales. Al exterior nos llama la atención el pequeño y muy cuidado cementerio, así como la ventana absidal, dispuesta entre el segundo piso de la sacristía y la cabecera, que iluminará los dos espacios.

La consolidación de estas ruinas en 2014 fue modélica, pero pasados nueve años ya se observan deterioros, especialmente en los muros internos de la nave abierta al cielo, debidos a la acumulación de agua, el lavado de los enfoscados y el deterioro en general. Así mismo, en el lado occidental del atrio, el agua mana por debajo de la espadaña como el mejor manantial. Por otra parte la cartela que nos informa del proceso de consolidación tiene un código QR que ya no funciona, y que quizás convendría revisar. Hay ruinas que merecen un poco más que una consolidación, y creemos que esta es una de ellas. Ejemplos no faltan en Soria, ahí tenemos Osonilla, Velamazán o Castillejo de Robledo.

BIBLIOGRAFÍA:

- BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1909): “Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria”. IIª edición, Soria. Ed. Tipografía de Pascual P. Rioja.

- HERBOSA, Vicente (1999): “Románico en Soria”. Ed. Lancia. León.

-HUERTA HUERTA, P.L. (2001b) “El paisaje arquitectónico en la provincia de Soria durante el siglo XIV: la pervivencia de las construcciones románicas”, en El Siglo XIV. El Alba de una nueva Era (Col. “Monografías Universitarias”, 12), Soria. (pp. 171-191)

- MADOZ, Pascual (1846-50): “Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria.” Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, 1993. Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid.

- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): "Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana." Madrid. Editora Nacional.

- MORENO GALLO, Isaac (2022) “ La Defensa Telegráfica de la Frontera Califal del Duero. Atalayas y vías romanas en el siglo X”. Edita Excma. Diputación Provincial de Soria

-NUÑO GONZÁLEZ, J. (2001) “La sociedad en el territorio soriano durante los tiempos románicos”, en AA.VV., Soria románica. El Arte Románico en la Diócesis de Osma-Soria, (pp. 27-36). Aguilar de Campoo. Fundación Santa María la Real.

- VV.AA. (2002) “Casos y cosas de Soria III.”  Soria. Soria Edita. Colección Serie Mayor.

- VV.AA. (2002) Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria. Aguilar de Campoo. Fundación Santa María la Real.

jueves, 16 de febrero de 2023

Mapa de Románico sin techo. Soria


El icono para buscar nuestro Patrimonio románico en ruinas es este: 

 

LA NATIVIDAD DE CASTILLEJO DE SAN PEDRO, EL ROMÁNICO SALVADO.

 

 “Descendemos un buen rato por la empinada cuesta. El pedregoso camino
va perdiendo la nitidez de su trazado por falta de uso hasta
confundirse con el campo y da vueltas y revueltas hasta
llegar a Castillejo, que se asienta sobre el alcor.
El nombre es apropiado”.
Historias de la Alcarama. Abel Hernández

Tanto nos había impresionado Castillejo de San Pedro en nuestra anterior visita que el día 3 de noviembre nos dispusimos para volver a paraje tan peculiar. El día estaba indeciso y oscilaba entre la amenaza de lluvia y unos tímidos rayos de sol. La temperatura había bajado, pero resultaba agradable el paseo por los campos de estas tierras.

Puesto que la carretera estaba cortada tanto por Magaña como por San Pedro Manrique, tuvimos que coger el desvío de Matasejún. Allí volvimos a la carretera que une San Pedro con Magaña y Matalebreras. Es una carretera que deja a la izquierda un valle profundo y abandonado. Allí, solitarias, yacen algunas localidades como Castillejo, Las Fuesas, Valdelavilla, reconvertida en plató cinematográfico, o El Vallejo. Tan abandonado está este valle que hasta los letreros que marcan el cruce para bajar a él tienen sus letras desgastadas y sin pintura. Tan poco transitada está la carretera que en su centro conviven con tranquilidad varios corzos sorprendidos de la presencia de nuestro vehículo. Al llegar a Las Fuesas, después de transitar por una fuerte pendiente no exenta de curvas peligrosas, hay que ascender por una empinadísima cuesta hasta alcanzar Castillejo. El lugar se individualiza en un espolón formado por el Barranco del Juncal al este y por el Arroyo de Malserver o Barranco de la Nava al oeste, que, junto con otros barrancos y arroyos, forman el río Valdeprado.

Días antes habíamos hablado con Laura y Belén, que ahora luchan por recuperar la vieja fuente y si es posible el viejo lavadero. En 2018 lograron recuperar el pilón de la abuela situado a menos de un kilómetro del pueblo en el Barranco del Juncal. Son ellas las que nos facilitan la visita y se ponen en contacto con Fernando y Sergio para que nos enseñen la localidad.

Allí nos espera la amabilidad de Fernando Gutiérrez, que nació en la provincia de Burgos, pero el matrimonio lo atrajo a este casi despoblado para convertirlo, prácticamente, en la única persona que comparte las noches con lo que queda de Castillejo. Se desplaza a Pamplona, donde ha tenido su vida laboral vinculada a la hostelería como cocinero, pero siempre que puede, que ahora su condición de jubilado le permite que sean muchas veces, pasa el tiempo, su vida, en Castillejo. Dedica las horas a arreglar los muros de lajas, miradores, … que hacen del pueblo un lugar de una visión extraordinaria.

Se unió a Fernando, como cicerone, Sergio del Barrio, concejal en el Ayuntamiento de Valdeprado, del que Castillejo es un barrio y a quien su barba trenzada confiere un aspecto peculiar. Nos cuenta Sergio que la población del pueblo se marchó hacia Pamplona, Barcelona y Zaragoza cuando quisieron expropiar sus pequeñas parcelas para repoblar la zona con pinos. La gente se marchó y los pinos no llegaron. Nos habla de la lucha para conseguir alumbrado público, el servicio de agua corriente y alcantarillado, uno de los motivos por lo que es concejal.

Juntos, nos vamos acercando a la iglesia de la Natividad de Nuestra Señora, que Fernando, ayudado por algún vecino y con la colaboración de D. Antonio Arroyo, párroco de San Pedro Manrique, han logrado salvar de la ruina durante el período de la pandemia. Un pequeño grupo de vecinos, con la anuencia del párroco, lograron limpiar y rehabilitar el interior de la pequeña iglesia, mientras que la parroquia con recursos propios rehízo la torre espadaña y solucionó la rotura de alguna viga de la cubierta. Así invirtió Fernando sus días de soledad pandémica, que no era más soledad que la que habitualmente tiene el pueblo. Su habilidad y voluntad hicieron posible la reconstrucción de paredes, bautisterio, púlpito, confesionario, sacristía, coro, etc. Esa colaboración consiguió dignificar la pequeña iglesia y salvar el inmueble de una segura ruina.  

Castillejo fue una aldea de la Comunidad de Villa y Tierra de San Pedro Manrique dentro del sexmo de Carrascales; su parroquia, por entonces bajo la advocación de la Virgen del Rosario, dependía de la de San Martín de San Pedro. La pequeña iglesia de la Natividad de Nuestra Señora se encuentra en lo más alto del caserío, si bien por su disposición, desde la lejanía solo se distingue el piñón de la espadaña. Ello se debe a que se excavó y se niveló el solar para evitar humedades e individualizar el inmueble, apareciendo la iglesia encajada en la roca.

Con orientación canónica E-O consta de una sola nave con cabecera recta, con cubierta de cielo raso. Está edificado, mayoritariamente, en mampostería de lajas, con sillares en las esquinas, portada y en las troneras de la espadaña. Posiblemente el edificio fue renovado a principios del siglo XVII, pues al menos un retablo lateral está fechado en 1624. Al exterior la cabecera es ligeramente más estrecha, mientras que al interior vemos cómo, entre lo que sería el presbiterio y la nave, los muros no aparecen trabados, como si hubieran trabajado dos cuadrillas distintas.

Del periodo románico se conserva la portada abierta en el muro sur con arco de medio punto y dos arquivoltas que voltean sobre impostas de nacela y filete. Ésta estuvo protegida por un pórtico techado con lajas, del que se conserva el arranque. También del mismo periodo ha llegado hasta nuestros días una tosca pila bautismal que podemos ver en el bautisterio, situado debajo del coro y protegido por una reja de madera. La pila es semiesférica lisa y está ejecutada en caliza, soportada por una columna, que a su vez lo hace sobre un basamento circular escalonado. A los pies de la nave destaca su espadaña con dos troneras, la del lado norte con arco apuntado y ultrapasado, mientras que la del sur con arco de medio punto ultrapasado, las dos con dovelaje de toba calcárea, que albergan dos campanas. El muro de la espadaña se culmina a piñón con cubierta de lajas y coronada con una cruz latina.

Como tantas iglesias y ermitas de la provincia, también hubo quien se aprovechó del desamparo de la iglesia, y dos de sus imágenes fueron robadas. Hoy dos vírgenes de cierto valor, para que no corrieran tan triste destino, se custodian en Fuentes de Magaña.

En la actualidad, el pueblo tiene siete contadores, y antaño alcanzó a tener cuarenta familias. Hoy cada contador no equivale a cuatro o cinco habitantes, pero es posible que esa sea la cantidad por la que hay que multiplicar a las cuarenta familias que hubo y ser conscientes del desastre de este y de miles de pueblos de nuestro país. Pero los pueblos no terminan de rendirse, son quijotes valientes que permanecen orgullosos en la desnudez de sus viviendas vacías, que en ocasiones son capaces de rellenar. Y siempre hay alguien que trata de reunir a aquellos que tienen algún trocito de su corazón enterrado entre esas paredes. En las últimas fiestas, que se celebraron el primer sábado de septiembre, se dieron veinte comidas, no es mucho, ciertamente, pero vida hay.

Camino del remozado cementerio, vemos dos eras empedradas muy bien conservadas. Encima del dintel de aquel se ven los restos de un cráneo infantil, sustituyendo a los bajo relieves de calaveras con tibias de tantos camposantos sorianos. Al otro lado de la puerta están los huesos enterrados de los que fueron pobladores del lugar, y entre ellos están los de la señora Antonina, su última pobladora censada que falleció la noche del 23 al 24 de diciembre de 1994; a partir de entonces, antiguos habitantes de Castillejo se empadronan en el lugar y comienzan a rehabilitar sus viviendas, los inmuebles y los espacios públicos. Logran por fin tener en las viviendas agua corriente y red de alcantarillado, así como alumbrado público. En un habitáculo anejo al cementerio descansa, olvidado, un ataúd de pobres.

Por si fuera poca la amabilidad de nuestros cicerones, Sergio nos invitó a un agradable y calentito café en su acogedora casa y Fernando nos despedía con un saquito generoso de nueces. Al abandonar la localidad, vemos lo que queda en pie de la vivienda del “Tío Juanillo”, que según cuentan, “por no bajar a por agua a la fuente cocinó unas lentejas con vino”. No sabemos con certeza si es el mismo Juanillo, que según relata Abel Hernández, confundieron con un maqui mientras trataba de llevar algo de caza a su cocina.

Todavía hubo tiempo de visitar la fuente de la localidad, un nacedero natural de una profundidad de 2,5 m, que no pozo ciego, como sostiene la alcaldía de Valdeprado. Se encuentra casi arruinada, en el centro de un campo labrado, en el fondo del valle. Al lado de la fuente estaba el lavadero, tan importante para Castillejo. Allí llegan las aguas del arroyo Malselver y este era el lugar en el que los habitantes de Castillejo se proveían de agua para luego ascender por un empinado camino hasta sus casas. En estos últimos años la lucha de estos pobladores es recuperar este espacio para disfrute público.

En Las Fuesas nos despedimos de estas tierras tan cautivadoras, consolados por la existencia de un huertecito en el que todavía crecen verduras, lo que significa que no todo está abandonado y que la resistencia de los pueblos es inagotable. Sin duda volveremos a estos parajes inhóspitos y desolados con la certeza de que lo que no se cuenta, no se conoce.

 

BIBLIOGRAFÍA:

- ANDRÉS GARCÍA, Lidia; POSTIGO ESCRIBANO, Vidal (1996): Sobre ermitas, templos y religiosidad popular en Tierras Altas. Revista de Soria IIª época, nº 15.

- CAMPANAS: Web: http://campaners.com/php/campana1.php?numer=8541 (Consultada el 17/18/2023)

- GOIG SOLER, Isabel (2017): A pie por Soria, http://soria-goig.com/Rutas/pag_0472.htm (web consultado el 17/01/2023)

- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): "Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana." Madrid. Editora Nacional

- PASTOR GONZÁLEZ, José (2022): CUADERNO DE TIERRAS ALTAS (IV) <<CASTILLEJO DE SAN PEDRO>>  Web: https://periodicoirreverentes.org/2022/02/21/cuaderno-de-tierras-altas-iv-castillejo-de-san-pedro/ (Consultada el 15/01/2023)

- VV.AA. (2002) Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria. Aguilar de Campoo. Fundación Santa María la Real.


sábado, 14 de enero de 2023

La antigua parroquial del despoblado de Canos, hoy Canos Caído



 LA ANTIGUA PARROQUIAL DEL DESPOBLADO DE CANOS, HOY CANOS CAÍDO.

 “Despoblado situado en el actual término de Canos, 700 m. al Este; los  restos, muy visibles, son llamados Canos Caídos, y, al despoblarse,  su nombre fue tomado por la aldea de Cornejón, que corresponde al actual de Canos”.

Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura castellana. G. Martínez Díez

Era 25 de octubre de 2022, y el calor seguía prolongando el verano en toda la Península. Estas altas temperaturas y la falta de lluvia terminaban siendo noticia alarmante en todas las tertulias, vinieran de donde vinieran. En esas condiciones preocupantes, amaneció ese día aunque este fue amenazando con una lluvia deseada que, al final, no se produjo. Así nos dirigimos por la SO-P-1001 hacia Renieblas, ese pueblo que tanto nos transporta a los campamentos romanos y al mundo celtíbero. Allí, nos desviamos a la derecha por la SO-P-1208 pues nuestra primera parada era Aldehuela de Periáñez.

Aldehuela de Periáñez es una localidad siempre aseada. Pasear por ella es siempre gratificante: su cuidado ayuntamiento, presidiendo una hermosa plaza que limita con un frontón recién pintado, sus hermosas escuelas, en las que ningún niño estudia, la iglesia de San Juan Bautista y el lavadero proporcionan al paseante una grata sensación.

Abandonamos Aldehuela y nos dirigimos, por la SO-P-1212, a Canos.  Seguimos esta carretera, pues queremos localizar desde ella los restos de la antigua parroquial de Canos Caído, bastante visibles desde la vía.  Detenemos nuestra marcha y fotografiamos, desde la lejanía, sus ruinas, escondidas entre encinas y quejigos. Canos es una localidad con media docena de casas, que se integra en el ayuntamiento de Aldehuela. No encontramos a nadie por sus escasas calles; solo gallinas y unos perros, dan vida al lugar. Tiene sin embargo la localidad una gran iglesia renacentista de la Visitación de Nuestra Señora, que nos llama la atención por el contraste de tamaños entre el pueblo y su iglesia. El interior alberga una pila bautismal románica que bien pudo llegar desde el despoblado de Canos Caído. Las imágenes y objetos de más valor, susceptibles de ser robados, se custodian en la iglesia de Almajano. Las joyas de la iglesia de Canos constituyen un auténtico museo. D. Feli, su párroco, cuida con mimo y mucha pasión su interior. El día del funeral de nuestro amigo José María Martínez Laseca nos explicó, con todo lujo de detalles, lo que allí contenía, y cómo las imágenes de Canos se llevaban al pueblo el día de la fiesta. 

El Canos actual no siempre se llamó así, su nombre anterior era el de Cornejón. Lo que hoy conocemos como Canos Caído y Cornejón eran dos pueblos, pero el primero se despobló y Cornejón, abandonando su nombre, tomó el de Canos, quedando para el paraje que aquel ocupó el de Canos Caído. Ambos lugares pertenecieron a la Comunidad de Villa y Tierra de Soria y dentro de ella al sexmo de San Juan. Nuestros pasos se dirigen hacia Canos Caído a través del Camino del Colmenar, un lugar limpio que recorre la parte baja de la Sierra del Almuerzo. El camino, entre encinas y quejigos, deja a un lado un pozo con brocal monolítico y nos conduce al importante colmenar, aunque en él, debido a lo avanzado del otoño, hay poca actividad. Tal vez esta es la razón de su fácil tránsito. Ascendiendo un tanto encontramos los restos, escondidos entre las encinas, de lo que en su día fue la localidad de Canos y ahora es Canos Caído.

Allí, rodeados de vegetación, aparecen los restos de la iglesia románica que buscamos. Subidos al muro sur podemos ver las vistas impresionantes al fértil valle del río Chavalindo, el torreón de Torretartajo y, mimetizada con el paisaje, la iglesia románica de Tartajo, que, en el pasado, fue majada o taina.

Despoblado Canos, la iglesia y sus antiguos inmuebles fueron reconvertidos en cantera para nuevas construcciones. Ya en el vuelo americano de 1956 sólo se pueden apreciar los restos de la iglesia; del antiguo pueblo, nada, solo al norte de la iglesia solares sin arbolado. Los restos que hoy contemplamos nos remiten a una construcción sólida pues, a pesar del saqueo, todavía se yerguen con altivez sobre el joven encinar.

El edificio es representativo del románico rural soriano con nave única y cabecera individualizada con tramo recto del presbiterio y ábside semicircular, levantada con mampostería y refuerzo de sillares en vanos y esquinas. El ábside se cubrió con bóveda de cuarto de esfera, conservando el arranque de esta, así como la línea de imposta, y el presbiterio con bóveda de cañón apuntada; mientras que la nave lo hizo con techumbre de madera a dos aguas. Adosado al muro norte de la cabecera todavía conserva gran parte de la espadaña, una singularidad de esta iglesia. Esa disposición es única en el románico soriano y quizá tuvo que ver con la disposición del antiguo poblado.  El muro de la espadaña se levanta por encima de las encinas y es visible desde la carretera. Además de los muros del ábside y de la espadaña, todavía destacan el muro norte y el occidental, mientras que el meridional ha sido más saqueado, distinguiéndose todavía un sillar de la antigua portada. El ábside y la espadaña, a una altura elevada, conservan una cornisa en chaflán, que en el caso de la espadaña, se decora con una media caña o acanaladura.

El interior está totalmente colonizado por encinas, zarzamoras y rosales silvestres, por lo que es difícil acceder. Con cuidado entramos y observamos cómo en el espacio absidal todavía se conserva parte del enlucido con pincelado de línea simple en rojo que simula un despiece, tan típico de tierras sorianas. Al exterior no se observa la ventana absidal, pero por dentro se intuye dónde pudo estar. En el lugar en el que estuvo la ventana del presbiterio, se ha extraído tanta piedra que hoy parece el hueco de una gran portada.

Quizás lo más interesante de estas ruinas se halla en el lado de la epístola, donde confluye la nave con el presbiterio, en la que todavía se aprecian los restos de una imposta y el comienzo de una bóveda. Estos restos, que no aparecen en el lado del evangelio, podrían corresponder a un nicho o baldaquino muy similar al que podemos ver en la cercana iglesia de Santo Domingo de Guzmán de Fuentelfresno. Lo que si se aprecia en el muro del lado del evangelio es una roza en arco que podría pertenecer a un arcosolio o a un retablo incrustado en el muro.

La última gran extracción de piedra se produjo a finales de la década de los cincuenta del pasado siglo, cuando se extrajeron los mejores sillares para la construcción de la nueva escuela de Cirujales del Río. Algo bastante normal en aquellos años. También por esos años se debieron desmontar las semicolumnas que soportaron el arco de gloria, y sus capiteles fueron vendidos en Soria y depositados en el Hotel Leonor de la capital. Estos están tallados en tres de sus caras y la otra está preparada para ser empotrada en el muro. Tienen decoración vegetal con dos filas de toscas hojas de acanto rematadas en bolas, y otras, en pequeños rizos.

Esta última extracción legal nos lleva a visitar Cirujales del Rio, lugar de nacimiento de D. Nicolás Rabal. Allí nos encontramos con Jaime, quien nos cuenta que, efectivamente, con carros tirados por caballerías, se transportaron en 1957 las mejores piedras desde Canos Caído a Cirujales. Allí están, orgullosas, con la misma cruz, firma de cantero que se puede ver en Canos Caído, sujetando los muros de la escuela, que ahora es el bar social de Cirujales. A estas marcas de cantero, se añaden dos nuevas, más trabajadas, que representan una especie de tridente. La nueva escuela se construyó enfrente de la que había sido vivienda de Nicolás Rabal, y en el muro podemos ver una placa que recuerda al insigne profesor e historiador. Casi dos décadas después se cerraría definitivamente la escuela. Jaime, que había sido albañil, nos guía por el pueblo y nos enseña los mejores dinteles y las mejores viviendas y nos ilustra con su saber.

Terminamos la mañana con un café en Almajano, junto a la Casa Fuerte de los Salcedo conocida como “El Real de Almajano” recordando a nuestro querido compañero José Mari.

Sin lugar a duda, el entorno de Canos Caído es singular y una consolidación de estas ruinas, unidas a una limpieza, añadirían un gran valor al lugar, a la par que se podrían constatar determinadas hipótesis que hoy nos planteamos. Si nada se hace, la naturaleza engullirá el lugar, pues los expoliadores ya no tienen nada que extraer.

BIBLIOGRAFÍA:

-  BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1888): “Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria”. Valladolid. Ámbito Ediciones.

- LOPERRÁEZ CORVALÁN, J. (1788) “Descripción histórica del Obispado de Osma: con el catálogo de sus prelados”. Madrid. Web: Biblioteca Digital Hispánica. Consultada el 16/08/2022

- MADOZ, Pascual (1993) “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de Castilla y León. Soria”

- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): "Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana". Madrid. Editora Nacional

-- VV.AA. (2002) Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria. Aguilar de Campoo. Fundación Santa María la Real.

SAN MILLÁN DE BORQUE, EL ROMÁNICO OLVIDADO

 

SAN MILLÁN DE BORQUE, EL ROMÁNICO OLVIDADO.

 Entre Serón de Nágima y Maján, en tierra ya casi rayana con Aragón, se asienta Velilla de los Ajos. A este lugar se accede desde Gómara o desde Almazán. Velilla tiene un despoblado, Borque, […] hay restos de habitación en torno a la ermita de San Millán, de estilo románico rural, […] con figurillas adosadas al arco absidal y todavía pueden verse los restos de un torreón o atalaya […]. A la ermita acudían los velillenses en romería para pedir agua de esta guisa: `Si la atmósfera presenta/malas nubes tormentosas/conviértalas, San Millán/en lluvias beneficiosas´”.

El lado humano de la despoblación. Isabel Goig Soler

Era un 14 de junio y aunque no habíamos alcanzado el verano, el calor era anormalmente exagerado. El día se había sumergido en una “ola de calor” que invitaba poco a realizar salidas, a pesar de ello, nos dirigimos a Velilla de los Ajos buscando el despoblado de Borque.

Para llegar allí hay que tomar la N-234, dirección Almenar. Una vez en esta localidad hemos de desviarnos a la derecha, por la SO-340 hacia Serón de Nágima. Desde allí cogemos un desvío a la derecha para coger la SO-P-311 que nos llevará hasta Velilla de los Ajos. El camino de la Fuente, que se encuentra en buen estado, nos conducirá hasta el despoblado de Borque.

Velilla de los Ajos se asienta en el vértice que forman los arroyos de Valdevelilla y de los Caños de Borque. Estos contribuyen a hacer de estas aguas el río Carraserón, que al poco de crearse desemboca en el Nágima que lleva sus aguas al Jalón. Velilla fue poblado, tal vez, en el siglo XII, cuando el rey aragonés, Alfonso I el Batallador, repobló las tierras de Almazán.  Se organizó un territorio constituido en Comunidad de Villa y Tierra, en la que estaba presente Velilla de los Ajos. Poco después, y en ese mismo siglo XII, el territorio pasó de Aragón a Castilla. Desde la caída del Antiguo Régimen es municipio, y llegó a contar con más de 300 habitantes. Hoy, en el censo de 2021, solo aparecen 19, aunque se trata de esos pueblos que aumentan considerablemente su población durante el período estival en el que sus emigrantes vuelven al hogar de antaño, a reencontrarse con seres queridos y amigos de la infancia; sobre todo en las fiestas en honor a San Antonio de Padua, trasladadas a agosto, y durante la Semana Santa, fechas en la que la Asociación Cultural San Millán organiza su Semana Cultural.

En Velilla nos esperaba la amabilidad de sus gentes. Aguardaban nuestra llegada gracias a la intermediación de Rocío, José Antonio Yubero, Sara, Jesús Crespo y Araceli. Bajo la sombra de los árboles, nos hablaron de la fuente, obra del cantero Esteban Ruiz, rematada, en 1953, por un gran sillar escalonado, y de las carreteras que se realizaron en los años de la postguerra. Hablaban con tristeza del abandono al que someten a estos pueblos tanto los bancos como los políticos.

José Antonio vive en Zaragoza, pero desde la pandemia, Sara, su esposa, y él alegran con su presencia y amabilidad las calles de este pueblo. José Antonio conoce y recrea las tradiciones del pueblo, así como los años en que fue construida cada una de las casas, casi todas de inicios del siglo XX. “Había competencia entre los albañiles y marcaban el año de su construcción en el dintel” dice.

Jesús trabajó en Logroño, en Lanas Pingouin Esmeralda. Después de luchar contra la enfermedad y, ya jubilado, se ha instalado en el pueblo con su esposa Mª Jesús. Mantiene 6 ovejas y durante un tiempo se dedicó a la apicultura. José Antonio y Jesús nos acompañaron al despoblado de Borque.

El paisaje es de cerros desnudos, habitados por vegetación baja o agrícola, apenas hay árboles. Se accedía a los terruños de la vega a través de una “calleja”. El agua de los “Caños de Borque” las regaba para que produjeran hortalizas y legumbres. Jesús nos enseña a leer el monte bajo: ajedrea, diente de león, tomillo salsero, barbacabras; la mayoría aromatizantes. Sobre un pequeño promontorio, aparecen los restos de la ermita de San Millán. Debió de ser la iglesia del poblado de Borque, que se abandonó en el siglo XVI. Vigilando el despoblado perviven los restos de una atalaya musulmana, que mantenía contacto visual con la de Maján, y ambas defendían los accesos desde la depresión del Ebro a la cuenca del Duero. Alrededor de la torre se ve la base de muros y un aljibe excavado en la roca, que curaría la sed de sus habitantes.

San Millán fue un pastor que optó por retirarse a una cueva de la sierra de la Demanda durante 40 años. Conocedor de este hecho, el obispo de Tarazona, Dídimo, lo nombró sacerdote de Berdejo. Pero, pasado el tiempo, el eremita decidió volver a la soledad y se apartó a unas cuevas donde posteriormente se construiría el monasterio de Suso, allí murió a los 101 años.

Esta antigua iglesia del despoblado de Borque, dedicada a él, tenía una única nave y estaba edificada en mampostería de caliza arenisca, con refuerzo de sillares en esquinas y vanos. Propiamente románica solo es la cabecera, puesto que, en un momento indeterminado del siglo XVII, quizás por problemas en la construcción, la nave se reconstruyó con muros más delgados de mampostería menuda, a la vez que era estrechada, aunque conservando los arranques de sillería de la antigua nave, los cuales la separaban del presbiterio. Esta reforma descentró la cabecera. En el lado meridional se adosaron varios habitáculos, que no se comunican con el interior, y que pudieron servir de sacristía y, al menos, uno de ellos de cuadra para acoger el caballo del párroco en tiempos de romería.

La cabecera es potente, sólida y de plena factura románica, en ella el ábside se prolonga abiertamente por el tramo recto del presbiterio sin diferenciarse, como vemos en Golbán. Esta cabecera, como el resto de la iglesia, se encuentra abierta al cielo. Pudo estar abovedada, si bien los restos de madera que se ven desde el interior nos hablan de una reforma en la que se pudo sustituir la bóveda por una estructura de madera. La nave, como en la mayoría del rural soriano, se cubrió con techumbre de madera. Dos pequeñas saeteras con recerco de sillares la iluminaban. En el centro del ábside, la saetera, hoy cegada, y abocinada hacia el interior en buena sillería, se agrandó hacia el solado hasta convertirse en hornacina que habría de acoger la imagen de San Millán. En el presbiterio, la otra ventana, con buena sillería, es muy abocinada e iluminaba el espacio. Todo el interior estuvo recubierto con un enfoscado de cal y arena en el que se grabó y pintó un falso despiece, del que se conservan varios retazos.

El arco triunfal llama poderosamente la atención del viajero. Es muy cerrado y de gran espesor. En una de las dovelas del lado norte aparece un alto relieve de un cuadrúpedo de larga cola que apresa con sus patas delanteras y sus fauces una especie de cabeza. El arco descarga sobre una imposta de nacela, decorada en cada lado con cuatro figurillas enigmáticas que cruzan sus brazos sobre el pecho. Todo ello soportado por dos pilastras en las que se han tallado dos semicolumnas separadas por un bocel y con capiteles simulados. Casi con toda seguridad, cuando se acometió la reforma, en el paño del lado del evangelio se abrió un pequeño arco, al que se llegaba por unas escaleras y que daría acceso al púlpito, hoy desaparecido.

Un saúco crece en el lugar en el que se encontraba un altar monolítico, como el que todavía se ve en las ruinas de San Bartolomé de Villabuena, y que hoy forma parte de una fuente de la localidad; mientras que muchas baldosas del solado original se utilizaron para completar las del horno.

Al exterior, la cornisa que recorre la cabecera es de muy buena sillería con decoración de listel y nacela, soportada por buenos canecillos también de nacela. En el lado norte ya se ha desprendido parte de la cornisa, y, al menos, dos canecillos están custodiados en la parroquial de San Antonio.

José Antonio recuerda haber subido al coro y la existencia de techumbre. Hoy está abierta al cielo y sirve de refugio al alcotán. Por encima de los mechinales que soportaron el coro alto se abrió una ventana adintelada, hoy cegada, pero que en el pasado acogió un campanillo.


Hoy estos dignos restos merecen al menos una consolidación, para perpetuar la memoria del lugar de nuestros antepasados y recordar que también estos lugares humildes fueron “fruto de la fe de sus pobladores”.

José Antonio y Jesús nos cuentan que el día de San Millán, la víspera de la Ascensión, se llevaba al santo desde el pueblo a la ermita. Eso lo hacían sus abuelos; sus padres dejaron de hacerlo y a ellos sólo ha llegado el conocimiento.

Corría una leyenda de que el Tío Simón de Maján, que servía en Bliecos, cuando se dirigió en una ocasión a su pueblo, le sorprendió una tormenta y se refugió en la puerta de la ermita. Al apoyarse se abrió y aprovechó la ocasión para hacerse con la imagen de San Millán y llevarla hacía su pueblo, pero el Santo no quiso pasar del mojón, así que allí se quedó hasta que fue rescatado por labradores de Velilla que devolvieron el Santo a su iglesia.

Para acabar la entrañable jornada, Araceli nos enseñó la Iglesia parroquial de San Pedro, perfectamente conservada. Más descuidado está el antiguo cementerio anejo. A la salida de la iglesia estaban las andas, para conducir a los difuntos más pobres a ese cementerio.

Culminamos la visita con un refrigerio en casa de Sara, decorada en sus paredes con los dibujos de sus nietos, los saludos de Mª Jesús, esposa de Jesús, y sendos botes de espléndida miel. Sin duda lo mejor de estas tierras, sus gentes.

 

BIBLIOGRAFÍA:

- ARCHIVO DIOCESANO DE OSMA-SORIA. Libros de Fábrica de la Iglesia de San Pedro de Velilla de los Ajos. (Soria).  

- CARRIÓN MATAMOROS, Eduardo (2001): Historia de El Burgo de Osma. Edita Ayuntamiento de El Burgo de Osma, Imprime Gráficas Ochoa, Soria.

-  BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1888): “Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria”

-GOIG SOLER, Isabel (2002): “El lado humano de la despoblación”. Soria. Centro Soriano de Estudios Tradicionales. Los libros del Santero nº4.

- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): "Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana". Madrid. Editora Nacional

- MINGUELLA Y ARNEDO, Fray Toribio (1910): “Desde los comienzos de la diócesis hasta fines del siglo XIII.” Volumen I-III. Madrid, Imprenta de la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

- SORONDO, J.L. DE (1997): “Censo de ermitas de Soria”. Diputación de Soria. Colección Temas Sorianos, nº 35

- VV.AA. (2002) Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria. Aguilar de Campoo. Fundación Santa María la Real.