domingo, 15 de junio de 2025

LA ERMITA DE LA VIRGEN DEL MONTE SECES EN EL PARAISO DEL ROMÁNICO MÁS HUMILDE.

 

“El último habitante de Sarnago se puso enfermo, fue al hospital de Soria
y murió. Su cuerpo acabó sobre una fría mesa del Departamento
de Disección del Colegio Universitario. Porque en Sarnago ya
no había nadie que pudiera reclamar su cadáver”.

La Sierra del Alba. Avelino Hernández.



Un diecisiete de abril, Jueves Santo, fresco y soleado, preludio de la tan deseada y esperada primavera, tras días y días de lluvias y frío, tomamos de nuevo ruta a Sarnago. Para ello utilizamos la nacional 111 hasta Garray, para desde allí, por la SO-615 llegar hasta el cruce que nos dirige a San Pedro Manrique por la SO-650, de aquí, y por la SO-630, buscamos el cruce a la izquierda que nos llevará a Sarnago. En nuestro recorrido encontramos zonas soleadas y otras de intensa niebla, eso sí, todo un paisaje espectacular provocado por las abundantes lluvias caídas. Desde lo alto vigila nuestra subida las ruinas del convento de San Pedro el Viejo.

Volvemos a esta localidad, ejemplo de recuperación a través de su potente asociación vecinal. Allí nos recibió, una vez más, y con su habitual amabilidad, José María Carrascosa. Nos llama la atención un stolpersteine, incrustado en la pared del museo del pueblo, que recuerda a Ciro Redondo Gómez, preso en Mauthausen natural de Taniñe. Pero, ¿qué hace este adoquín de la memoria en este lugar? La respuesta nos la dio José Mari Carrascosa: el artista alemán Gunter Demning, que elabora a mano cada una de estas piezas, a solicitud de la Asociación memorialista Recuerdo y Dignidad, elaboró las 22 stolpersteine que se habrían de colocar en la Plaza del Vergel de Soria, pero se equivocó con el nombre de la localidad de Ciro, grabando Tañine en lugar de Taniñe. La asociación memorialista solicitó un nuevo adoquín de la memoria y entregó este a la Mancomunidad de Tierras Altas que decidió instalarla en este lugar emblemático de la comarca.

La repoblación forestal de los años 60 arrasó el camino que desde Sarnago llevaba hasta la ermita de la Virgen del Monte pasando por la dehesa. Tras cambiar de vehículo, nos lleva José María por un camino que sale al lado del viejo cementerio, que se encuentra en muy mal estado, hasta el paraje de El Horcajo. El camino aparece protegido por las nuevas plantaciones de pinos y los antiguos rebollos, que a duras penas resisten la acción del hombre, temerosos de echar su hojas, pues todavía el hielo frecuenta sus noches. Aparcamos el coche al lado del arroyo del Horcajo y desde este paraje iniciamos nuestra ruta que nos llevará a la ermita de la Virgen del Monte Seces, acompañados por el sonido del agua del arroyo de la Ermita.

Nuestro recorrido no puede ser más espectacular, agua y barro nos acompañan. El verdor de sus suelos y vegetación nos hacen parar continuamente para admirarlos. Vamos subiendo por lo que José Marí nos dice es un cortafuegos, aunque él opina que es un poco estrecho para cumplir esa función. También nos cuenta cómo en su niñez esto era una zona de huertos, donde, además, las mujeres del pueblo, incluida su madre venían a lavar la ropa. Venían para todo el día, ya que tras lavar, extendían la ropa sobre los arbustos hasta que se secaba; hacían fogatas para calentar el agua, y una vez todo en orden volvían al pueblo. También nos cuenta cómo su madre subía con el ganado por aquellos montes, por el camino viejo pasando por “La Dehesa”, en los que pasaba mucho miedo por el sonido del monte. No había entonces esos pinos que ahora vemos por doquier. En nuestro recorrido también nos sale al encuentro un joven ciervo, que tras observarnos con curiosidad prosigue su camino. Seguimos nuestro ascenso, pinos, rebollos y algún que otro enebro maltratado por la maquinaria forestal nos acompañan. La subida llega a su fin, cuando aparece ante nosotros una gran explanada; las vistas desde ella resultan incomparables y aquí encontramos los restos de lo que andábamos buscando y que nunca habríamos descubierto sin la ayuda de José Mari.

Las investigaciones de Isabel Goig Soler han sacado a la luz los numerosos recursos económicos con
los que contó esta ermita, que fue dezmera de la parroquia de San Martin de San Pedro Manrique. Las vistas desde la explanada que precede a las ruinas son espectaculares, el silencio reparador. La ruina de este espacio es irreversible y los arbustos de espinos blancos, zarzamoras y brotes de olmos han formado un muro que no nos deja acceder al interior de lo que fue la iglesia románica. A duras penas podemos adentrarnos un poco en estos muros caídos entre tanta maleza que acabara por tragárselo todo. Una vez más, como vemos continuamente, todo desaparecerá sin quedar ni un recuerdo de las gentes que lo habitaron. El monte y la naturaleza tienen sus propias escrituras.

Parece ser que en este entorno estuvo la ermita de la Virgen del Monte, que se veneraba en el pueblo de Sarnago. La ermita, situada en un paraje paradisíaco, debió de contar con un santero y con una vivienda y otros elementos necesarios para explotar sus propiedades. Nos cuenta Isabel Goig que con la normativa desamortizadora de 28 de septiembre de 1798 que afectó a “órdenes terceras, ermitas, santuarios y otros establecimiento semejantes”, la propiedad fue adquirida en 1806 por la familia Hidalgo, ricos ganaderos trashumantes de San Pedro Manrique. Pudo ser entonces cuando se dejó de utilizar la ermita para las romerías y se construyera la hornacina en la cruz del Cerro, en la que se alojaría la imagen de la Virgen del Monte. La tradición oral de los sarnagueses recuerda que hasta aquí se subía el día de la Trinidad Chica, lunes siguiente al domingo con la última luna llena de primavera. Solían subir con mulas por el camino de la ermita, con las tres móndidas, ya sin sus cestaños, y en la pradera celebraban bailes y comida. Cuando la ermita se desacralizó esa peregrinación se pasará a realizar en la Cruz del Cerro. El día de la Cruz de Mayo se bajaba la imagen hasta la iglesia y se volvía a subir el día de la Trinidad Chica. De este modo y en esta hornacina vivió la Virgen los últimos años. El abandono temporal de Sarnago acabó con casi todo, la imagen desapareció.

Sería por tanto a principios del siglo XIX cuando se desacralizaría la ermita y los nuevos propietarios la convirtieron en una majada para ganado. La ermita tiene una orientación SE-NW con una cabecera absidal que en un determinado momento, quizás por problemas estructurales, se consolidó con tres grandes contrafuertes de sillarejo y mampostería unidos con mortero de cal. De la obra original podemos distinguir el hastial occidental, el muro noreste y la cabecera semicircular, que todavía conserva algunos toscos canecillos. En esta parte original los muros de mampostería, con piedra caliza del entorno, se trabaron con cal y arena. En esta ermita la nave se prolonga hasta el ábside semicircular sin la tradicional separación de la cabecera en presbiterio y ábside. La construcción primitiva nos recuerda a otras del entorno como las de Magaña o el convento de San Pedro el Viejo. Tampoco pudimos apreciar ninguna abertura en el ábside ni en la nave. Quizás la aspillera absidal se cegó cuando se construyeron los tres grandes contrafuertes. La esquina del hastial noroccidental, asi como las de los contrafuertes se reforzaron con sillarejos.

La nave de la ermita se cubrió con techumbre de madera a dos aguas y el ábside con bóveda de horno, pues al interior todavía se aprecia el inicio de ella. En el interior pudimos observar parte del enfoscado original. El investigador y arqueólogo Eduardo Alfaro Peña levantó en 2013 un plano de la planta de la ermita en la que se puede apreciar que contó con dos puertas en el muro sur, siendo la más occidental de arco de medio punto. El edificio religioso fue un inmueble de más de 23 metros de largo por 8 de ancho. En la prospección del terreno realizada por Alfaro Peña pudo documentar abundantes sillares de toba, que quizás fueron de la cubierta absidal. En el hastial occidental contó con una espadaña en la que se alojaron las dos campanas de las que nos hablan los archivos.

Cuando la ermita se convirtió en majada se recrecieron los muros con mampostería a hueso, para realizar una nueva techumbre a un agua. Esta elevación se hizo en canto seco, que todavía resiste hoy el paso del tiempo. La propiedad pasaría en 1928 a tres vecinos de Sarnago que compraron el lugar al rico propietario de San Pedro Manrique, propiedad que pasaría a manos del Estado cuando se repobló todo este espacio de pinos; el SIGPAC nos dice que las ruinas de la ermita de La Virgen del Monte se encuentran en una parcela de 336 hectáreas dedicadas mayoritariamente a explotación forestal.

Nos comenta nuestro anfitrión, que en un banco corrido dentro de la ermita se reunían sus gentes para hacer ”las cuentas”. Las construcciones se encuentran muy deterioradas, pero todavía se puede apreciar la grandeza de lo que fue. Allí existieron viviendas, graneros, pajares, cuadras, eras de pan trillar… En el entorno de la ermita existió una de las mejores caleras de Tierras Altas, así como varios lugares para realizar tejas, ladrillos y baldosas. Los tejeros procedían en Edad Moderna de La Rochelle, y ya en tiempos más recientes de Llanes, Alfaro o Castellón. Desde principios del siglo XVIII el tejar se trasladó hasta el paraje de “El Exido” donde la materia prima era de gran calidad. Los tejeros solían estar en la zona durante seis meses, desde marzo hasta octubre.

José Mari recuerda una potente escalera que conducía a las partes altas de la vivienda principal, con cada peldaño de un solo bloque de piedra, estos escalones hoy yacen bajo la ruina. Esta escalera daría idea de la riqueza de estas gentes que controlaron grandes propiedades agrícolas e importantes recursos ganaderos. Pudo existir en tiempos medievales un pueblo, que, posteriormente, se despoblara y quedara integrado en la propiedad de la ermita.

Regresamos a Sarnago donde pudimos visitar el nuevo espacio “El Refugio de Sarnago” que la Asociación Amigos de Sarnago está construyendo a través de varias campañas de micromecenazgo y de hacenderas. Ya en la plaza nos encontramos con varios vecinos que habían venido desde tierras navarras a pasar estos días a su pueblo. Antes de irnos, como siempre, visitamos el empedrado del “callejón de Luis”.







BIBLIOGRAFÍA

- ALFARO, E., CARRASCOSA, E. y GOIG SOLER, I. (2017): La ermita de la Virgen del Monte Seces. Mucho más que una ermita. Edita: Asociación de Amigos de Sarnago. Gráficas Larrad, Tudela (Navarra)

- BLASCO JIMÉNEZ, M. (1909): Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria. IIª edición, Cuar. Ed. Tipografía de Pascual P. Rioja.

- MARTÍNEZ MONTAÑÉS, J. M. (2002): Sarnago. Ruinas de la iglesia de San Bartolomé, en Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria, vol. III. M.Á. García Guinea y José M.ª Pérez González (dirs.), Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico, pp. 915-916

- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana. Madrid. Editora Nacional.

- MADOZ, P. (1850): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid, 1993.

domingo, 6 de abril de 2025

LAS RUINAS DE SANTA MARÍA DE LA ANTIGUA Y EL CEMENTERIO ROMÁNICO DE GORMAZ.

 

“Bajo el colosal castillo de Gormaz se podían contemplar las
antiguas iglesias románicas de San Miguel y Santiago
-reconvertida en cementerio de la localidad- y el 
entonces único puente […] el de piedra”,

Soria en Seiscientos. Javier Martínez Romera

El día 6 de febrero visitamos Gormaz en nuestro periplo por escudriñar en la vida de esos edificios religiosos románicos abiertos al cielo. En esta ocasión nos acompañó Conchi Sanz La Cuesta, compañera y buena amiga. 

En el camino pasamos de un día soleado a una densa niebla a la que ayudaba una fuerte cencellada que, en algunos tramos de la carretera, se asemejaba a una nevada. Hacía frío, mucho frío, y nuestros pies se quejaban de la temperatura. Para llegar a Gormaz elegimos, una vez más, la SO-100, esa que pasa por Quintana Redonda, Fuentepinilla y Andaluz, esa a la que ya hemos cogido cariño. Superado Andaluz y su puente medieval sobre el Duero, cogimos a la derecha la CL-116 hacia Quintanas de Gormaz donde no nos cansamos de contemplar ese edificio, diseñado por Ramón Martiarena, que en su día fue colegio y que, sin el griterío de los niños, hoy se ha convertido en el Museo de la Resina. Desde esta localidad, a través de la SO-160 y la SO-P-4198, llegamos a nuestro destino.

En Gormaz nos esperaba Pablo Villar, el alcalde que, tras las amables presentaciones, nos dejó en manos de su madre Fuensanta Palomar, atenta a nuestra llegada, desde su casa, ubicada al lado del rollo del pueblo.

Es una mujer dicharachera que conoce la historia de su lugar, una historia basada en la trasmisión oral de sus antepasados, en los muchos años vividos en Gormaz, así como en la lectura de aquellos libros de historia en los que se habla de la Villa. Nos contó que hubo hasta cuatro ermitas en el pueblo, y mientras nos iba contando y contando, fuimos venciendo una inclinada cuesta hasta llegar a una de ellas, o lo que queda de ella. Se trata de la antigua parroquia de Santa María la Antigua o Nuestra Señora de la Antigua. Apenas quedan restos. Adosado a ella, se construyó en el siglo XX el depósito de agua. Así son los tiempos. Nos contó cómo en la parcela situada a levante aparecieron tumbas de lajas y restos óseos, sin duda la antigua necrópolis de esta collación. Todavía se distingue la cimentación de la cabecera y algo de la nave a poniente. En la iglesia parroquial de San Juan Bautista se custodia la imagen de la Virgen de la Antigua, una talla ya del siglo XIII, que llegó de esta collación, y que precisa una restauración. Es el momento de consolidar estos restos e indicarlos, para así evitar su total desaparición y mostrar al viajero dónde se encontraba esta parroquia, que creíamos desaparecida.


Aunque hay rastros de vida muy antiguos, Gormaz cobró importancia por ese enfrentamiento medieval entre cristianos y musulmanes por controlar el río Duero. Fruto de ese enfrentamiento es la imponente fortaleza que amparaba al pueblo y al que hoy nadie da amparo. A sus pies, entre el siglo X y XI se fue ubicando una población que acabó constituyendo la Comunidad de Villa y Tierra de Gormaz. Aunque tuvo mucha importancia este núcleo de población, que en el siglo XIX pasó a ser municipio y ya nunca dejó de serlo, nunca alcanzó los trescientos habitantes. Hoy una veintena pasan la noche arropados por un castillo en desuso.

Desde el punto alto al que nos condujo Fuensanta, vimos las construcciones de adobe de las casas que algún día sostuvieron a esa población, algún palomar, pero, aunque estábamos en lo alto, la niebla impedía que nuestra vista alcanzase el paisaje del Duero.

Por una senda, que pronto se convierte en camino, llegamos hasta el actual cementerio, y nos dimos cuenta de que las tres iglesias medievales, San Miguel, la Antigua y esta de San Juan se encuentran alineadas a media ladera entre las cotas 970 y 980 metros,  separadas por apenas 450 metros. Quizás el antiguo Gormaz fue una villa lineal con una calle principal que enlazaba sus tres parroquias y, a la vez, protegida por la fortaleza, ya cristiana.

La antigua  iglesia románica de San Juan o de Santiago, porque en esto no terminan los estudiosos de estar de acuerdo, dio servicio a una collación, hasta que en fecha indeterminada del siglo XVIII se construyó la nueva parroquial de San Juan Bautista en su actual emplazamiento, quedando la antigua abandonada. El inmueble románico se construyó con encofrado de cal y canto, con refuerzo de sillería en las esquinas y en los vanos, hoy completamente expoliados. Como vemos en el rural soriano, la nave se cubriría con una techumbre de madera a dos aguas, mientras que la cabecera estaría abovedada. En esta, se individualiza el tramo recto del presbiterio, que se cubriría con una bóveda de cañón apuntada y el ábside semicircular que lo haría con bóveda de horno. El ábside se iluminaría con una aspillera hoy cegada, conservando todavía la ventanita en el muro meridional del presbiterio. Tanto al interior como en el exterior todavía podemos ver algunos de los tablazones del encofrado, las distintas tongadas, así como los huecos dejados por las agujas o almojayas. El presbiterio también conserva alguna de las huellas dejadas por un recubrimiento de sillería.

El abandono y el vaciado de los objetos de culto de esta parroquia llegarían hasta el primer tercio del siglo XIX, cuando la villa de Gormaz necesitó de un camposanto para así evitar inhumar en la nueva parroquial de San Juan Bautista. Así sabemos que en el 27 de agosto de 1833 se otorga licencia para bendecir el nuevo Camposanto en la Villa de Gormaz. El acto de bendición se efectúa el 1 de septiembre del mismo año, inhumándose por primera vez el 26 de noviembre de 1833. El cementerio debió quedarse pequeño pues el alcalde solicita en 1841 al Gobernador Político de la Provincia de Soria el permiso para seguir enterrando en la parroquia, algo que no sería concedido, pues a pesar de la saturación del nuevo cementerio se siguió enterrando en él.

La ampliación del cementerio se llevará  a cabo en 1949, cuando se derribó el muro de poniente de la antigua iglesia y se amplió al oeste, en un nivel más elevado, construyéndose adosado al muro meridional el depósito de cadáveres. Sobre la puerta, en un enfoscado de cemento, los artífices de la ampliación dejaron escrito a mano alzada año, alcalde y albañiles que lo ejecutaron: “AÑO 1949 V.P. Siendo Alcalde SATURIO Olmeda y su Ayuntamiento F.P.  G.P.  M.C.” Fuensanta trajo hasta el presente el nombre y los artífices de la obra, para ella la dirección de la obra la llevó a cabo su abuelo, (V.P.) Victoriano Palomar, y los ejecutores fueron Felipe Palomar, Gregorio Palomar y Martín Cristóbal. Parte de lo que nos contó Fuensanta lo vemos recogido en el programa de Televisión Española “Los Ríos: el Duero (1974)”, en él, Victoriano Palomar afirma que la obra de ampliación del cementerio la realizó él y que se encontraba en la antigua parroquia de San Juan Bautista. Para nuestra cicerone también aquí se encontraba la parroquia de San Juan, entonces, ¿de dónde arranca la confusión de Santiago y San Juan? Según Josemi Lorenzo Arribas el error en la denominación de estas ruinas lo crea Manuel Blasco Jiménez en su Nomenclátor, Histórico, Geográfico, Estadístico y Descriptivo de la Provincia de Soria de 1880 cuando escribe que en el cementerio estaba la iglesia de Santiago; ya en el año 2002 Jaime Nuño, en la Enciclopedia del Románico en Castilla y León, sigue a Blasco. La tradición oral, sin embargo, siempre afirmó que este cementerio se asienta en la antigua parroquial de San Juan Bautista y el investigador, Josemi Lorenzo, lo corrobora rescatando el informe remitido por Manuel de la Puente en 1776 al geógrafo real Tomás López para la realización de un Diccionario Histórico-Geográfico. En él podemos leer que la iglesia de San Juan y la de San Miguel se encontraban en la falda del castillo. La tradición oral en Gormaz también conoce esta ermita como advocada a San Juan, y que la actual parroquial adopta la advocación de esta.

La ampliación del cementerio de 1949 divide el espacio en dos partes, una baja, la protegida por los muros románicos y en la que apenas hay tumbas, y otra más alta, a la que se accede por unas anchas escaleras, con tumbas más apretadas y cuyas cruces luchan contra el viento que en ocasiones las tumba.

De regreso al centro del pueblo, Fuensanta nos explicó lo que fueron las escuelas y la casa del maestro, hoy ayuntamiento, justo al lado del frontón.

Visitamos después la iglesia del pueblo, dedicada a San Juan y a la Virgen del Pilar, que es la copatrona. Al exterior conserva un pequeño reloj de sol en sus muros, en desuso, pues le falta su gnomon. Conserva el solado original con sus gradas individualizas con madera y cubiertas con baldosas de cerámica en perfecto estado. Nos contó, ya dentro, que Ángel de la Puente hizo construir una capilla a la Virgen del Pilar porque atropelló a una niña con su caballo y prometió levantarla si ella se salvaba. Hubo suerte y la niña se salvó y la capilla ahí está para dar muestra de ello. Ángel de la Puente y su esposa Ana María de Lázaro consiguieron del Obispado de Osma el Patronato de la capilla del Pilar, por lo que fueron inhumados en ella.

Fuensanta nos condujo desde el rollo de justicia por la calle Ruiz Zorrilla hasta las eras y desde allí nos explicó que en 1915, al hacer la carretera, aparecieron unas 1.200 tumbas, prerromanas, al lado del río, en el paraje conocido como La Requijada, excavadas  por Morenas de Tejada y custodiándose parte de lo encontrado en el Museo Arqueológico Nacional.

Ya, habiendo agradecido a Fuensanta su compañía,  visitamos el castillo con una niebla que comenzaba a disiparse y el paisaje que se presentaba a nuestros ojos era extraordinario. A la vuelta tuvimos ocasión de visitar, en Quintanas de Gormaz, “La Casa Grande”, una casa rural cuyo interior nos impresionó, y tomamos un café en la cuidada plaza del pueblo, una costumbre de la que, desgraciadamente, no en todos las localidades que visitamos podemos disfrutar.

BIBLIOGRAFÍA:


- BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1909): Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria. IIª edición, Soria. Ed. Tipografía de Pascual P. Rioja.

- CABRÉ AGUILÓ, Juan (1916); Catálogo monumental de Soria y su provincia, ms. Inédito en el Instituto Diego Velázquez del C.S.I.C. Madrid. Copia en la Biblioteca Pública de Soria.

- ENRIQUEZ SALAMANCA, Cayetano (1998): Rutas del románico en la provincia de Soria. Edita Codex-Rom. Tudela.

- HERNÁNDEZ ÁLVARO, Ana Rosa (1984): La imaginería medieval en la provincia de Soria. Edita Centro de Estudios Sorianos (CSIC), Soria.

- HERBOSA, Vicente (1999): Románico en Soria. Ed. Lancia. León.

- IZQUERDO BERTIZ, José María (1986): El románico en la provincia de Soria. Soria.

- LORENZO ARRIBAS, Josemi (2024): 59 edificios románicos de la provincia de Soria en el siglo XXI. Gormaz. Soria vol. I. Idea original de la Asociación Sostenibilidad y Patrimonio Cultural. Edita Diputación Provincial de Soria, pp. 444-459

- MADOZ, Pascual (1846-50): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, 1993. Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid.

- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana. Madrid. Editora Nacional.

- MORENO GALLO, Isaac (2022) La Defensa Telegráfica de la Frontera Califal del Duero. Atalayas y vías romanas en el siglo X. Edita Excma. Diputación Provincial de Soria.

- NUÑO GONZALEZ, J. (2002): GORMAZ. Iglesia de San Juan Bautista. Ermita de San Miguel. Cementerio (Antigua iglesia de Santiago), en Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria, vol. I. M.Á. García Guinea y José M.ª Pérez González (dirs.), Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico, pp. 535-554.

domingo, 23 de febrero de 2025

LAS EVOCADORAS RUINAS DE SAN ADRIÁN DEL MADERO.

 

“El valor de una civilización se mide no por lo que
sabe crear, sino por lo que sabe conservar”.

Édouard Herriot


El 15 de enero, un día frío, tomamos la dirección de Valdegeña, pues allí se encuentra nuestro siguiente objetivo. Era el primer viaje del nuevo año buscando iglesias románicas abandonadas y abiertas al cielo.

No nos extenderemos en la forma de llegar a esta población, pues sería repetir lo que escribimos en el artículo dedicado a San Román. Tampoco lo haremos sobre el municipio pues ya quedó escrito en el mismo texto.

En Valdegeña nos esperaba Nicolás Ruiz Lázaro con quien habíamos compartido espacios en las aulas del I.E.S Antonio Machado. Fuimos, entonces, sus profesores y, en esta ocasión, invertidos los términos, era él quien iba a enseñarnos lo mucho que sabe y nosotros a tratar de ser buenos alumnos y a aprender.

No sabemos si vivir en Valdegeña donde Nicolás compró una casa es un reto o un acto de amor. Quiso enseñárnosla, pues la ha levantado él, con los restos de otras obras caídas, con ayuda de amigos, pues han pasado por allí más de cien personas para echar una mano, y, sobre todo, con pasión. La casa está sin acabar, y su conclusión significará para Nicolás su partida, probablemente a Argentina. Nicolás se ha servido del sistema workaway, por el que se ofrece alojamiento a cambio de ayuda. Dos jóvenes polacas, Ola y Julia se hospedaban ese día en su casa y se prestaron a acompañarnos. 


El camino hasta las ruinas, enclavadas en el Madero, es de difícil acceso para los automóviles. Los seis nos dividimos en dos coches para realizar el primer tramo del camino. Desde allí, aunque muy apretados, utilizamos una furgoneta del hermano de Nicolás capaz de vencer las rampas, los baches y barranquillos que el camino nos fue mostrando. El sendero nos llevó hasta el paraje de Las Dehesillas donde se cruza con el camino que sube desde Castellanos del Campo. En este lugar apareció ante nuestros ojos un bosque de quejigos adehesado y muy cuidado, con ejemplares centenarios, alguno de ellos con troncos de más de 5 metros de grosor. Desde este punto nos dirigimos hacia el norte hasta llegar a una nueva bifurcación: hacia el noroeste, camino a una antigua explotación minera y hacia el noreste, dirección a San Adrián. Al final de la ascensión, junto a las ruinas de una caseta de las antiguas explotaciones mineras, dejamos el coche y descendimos hacia las ruinas por un camino salpicado de piritoedros bastante regulares que el sol hacía brillar y destacar.

Los restos de esta iglesia de San Adrián fueron dados a conocer en 1979 por Clemente Sáenz Ridruejo quien publicó el artículo: “La iglesia de San Adrián en la Sierra del Madero” en el número 58 de la Revista Celtiberia, “con el único objeto de darlo a conocer”. Localizó estas ruinas, en terrenos de Villar del Campo, a escasos cuatro kilómetros del despoblado de Castellanos del Campo. Hace 46 años, don Clemente Saénz se encontró con un monte cuyas laderas estaban deforestadas. Hoy la menor presión ganadera y humana ha revertido la situación y el bosque es denso e intrincado.

Existe sobre esta iglesia una referencia documental, fechada en 1123 en la que se menciona que Alfonso I, el Batallador, hacía entrega al monasterio de San Millán de la Cogolla de la “ecclessiam Sancti Adriani que est in Valle Iaen, in termino de Soria”; este Valle Iaen es sin duda Valdegeña. La tradición oral y las leyendas vinculan estas ruinas a los templarios, determinando que en ellas existió un convento y que por eso a este pago se le conoce, en la comarca y en los mapas cartográficos del Instituto Geográfico Nacional, con el nombre de “El Convento”. Conviene recordar que la última explotación minera de galena argentífera, que existió cerca de estas ruinas hasta 1965, se denominaba San Adrián de los Templarios.
¿Pero qué hacía este inmueble en mitad de ninguna parte y a casi 1.300 m. de altitud? Sin duda la existencia de un manantial es necesaria en cualquier instalación conventual. Además de este condicionante, el deseo de retiro de los monjes, la “huida del mundanal ruido”, y el tratarse de un lugar próximo al denominado Cordel de Ganados del Convento de San Adrián por la Cuerda de la Sierra del Madero, pudieron ser algunos de los factores que incidieron en su localización. Nicolás nos explicó, además, que al lado de estas ruinas existió una explotación minera y que es muy posible que ambos ámbitos, el minero y el religioso, tuvieran algún tipo de conexión. La suma de todos estos factores, sin duda, propiciaron este asentamiento monástico; algo que hoy nos cuesta entender, tan apartado del mundo, y con esas dimensiones.

Abandonando la senda y dejando a nuestra derecha los residuos de una pequeña explotación minera, nos encontramos con los escasos restos de la iglesia, escondida entre la maleza y rodeada de un bosque tupido. Lo primero que vimos es su fuente, construida con lajas y con el vano adintelado, de la que mana un pequeño caudal encauzado en una canalización moderna. La fuente estaba muy cerca del hastial de poniente de la iglesia. Hacia el este, y ya en el interior de la antigua iglesia aparecen los restos de un chozo de pastores construido con la misma técnica, pero ya sin techumbre. Esto nos alertó de la posible utilización como majada de estas ruinas cuando quedaron abandonadas en los siglos pasados. Hacia el norte de estas dos edificaciones destaca, entre una muralla de zarzamoras, el muro septentrional de la iglesia.

Sus entrañas están pobladas de zarzamoras, aliagas, quejigos, encinas y un acebo. Para guiarnos en este amasijo de ruinas y vegetación seguimos lo escrito por Clemente Sáenz Ridruejo en 1979, Pedro Luis Huerta Huerta en 1999 y por un plano, muy detallado, publicado por Santiago Lázaro Carrascosa en 2010, en el que se aventura a planimetrar la iglesia y varias dependencias conventuales. Estas guías nos sirven para hacernos una idea de lo que estábamos viendo y de lo que allí hubo en un pasado bastante lejano. Del antiguo convento que albergaba la iglesia apenas queda nada, y, sin embargo, todavía podemos ver las entradas a los túneles de las minas de plomo con vetas argentíferas.

Se marcan, sin embargo, como si fueran restos de un esqueleto, los tres ábsides en su cabecera, y nos sorprendieron las dimensiones de estos. La construcción se hizo mayoritariamente con lajas de arenisca del entorno, colocadas a soga, y unidas con mortero de cal y arena. Estos restos nos llevan a entroncarlos con los que hemos visto al otro lado de la Sierra del Madero, en Tierras Altas, desde la iglesia de Rabanera en Ventosa de San Pedro hasta las construcciones de Castillejo de San Pedro.

Lo que mejor pudimos apreciar es el muro del ábside de la Epístola, que conserva casi todo su perímetro y se encuentra libre de vegetación. En su interior se puede ver parte del antiguo enlucido. Apartando zarzas y arbustos, logramos acceder al interior del ábside del lado del Evangelio, dominado por un fuerte acebo. Allí podemos apreciar la disposición del ábside principal que en 1979 contó, según cuenta don Clemente Saénz, con una prolongación a ambos lados del arco triunfal a modo de cancel, solución que no vemos en otros templos sorianos, pero que relaciona esta iglesia con las del Pirineo oriental. Hoy, de aquellos grandes sillares que cerraban la capilla mayor solo queda, caído, el del lado norte; mientras que la tupida vegetación no permite ver lo que hay en el lado meridional. 

Entre los grandes montones de piedra en que se ha convertido este convento destacan buenas piedras sillares de arenisca trabajadas a hacha, así como bastante piedra toba, que nos hacen pensar en una cubierta abovedada para la cabecera. Siguiendo lo que hemos visto en tantas iglesias del rural soriano, la cabecera estaría abovedada, mientras que las tres naves lo harían con una cubierta de madera, desconociendo como fue la separación de las tres naves.

Sabemos por la descripción que de ellas hizo don Clemente Sáenz, que varias columnas toscas llegaron hasta el pueblo de Trévago, desconociendo si siguen allí custodiadas. Nicolás también nos informó de que en el Museo Etnográfico de Valdegeña se expone un sillar, quizás romano, con una inscripción en latín, que llegó a la localidad procedente de estas ruinas. Seguro que, en un futuro no muy lejano, nuestro antiguo alumno realizará un estudio de él, que sin duda añadirá valor para el conocimiento de este espacio.

Según el SIGPAC, estas ruinas se encuentran en el interior de una parcela privada de 127,41 hectáreas, la mayoría de matorral. Avanzado el siglo XXI estas ruinas necesitan y merecen una limpieza e intervención arqueológica que daría a conocer como fue la planta del inmueble, así como las posibles dependencias del convento situadas hacia poniente. Por el lugar en que se encuentran es una labor ardua y complicada, pero la intervención arqueológica aportaría conocimiento y riqueza patrimonial al entorno.

Las vistas desde este lugar elegido por los monjes son preciosas. Algo bastante habitual. Aún deben de ser mejores desde la torre de vigilancia contra incendios ubicada en lo más alto, junto a los gigantes aerogeneradores que la empequeñecen.


Nicolás también nos condujo hasta la última explotación de galena argentífera. Antes de llegar a ella se puede ver un gran estanque y una canalización de agua que la antigua explotación construyó para poder lavar y cribar el mineral. Además, nos contó que el mineral se bajaba en sacos y en todo terrenos hasta la N-122 y desde allí con camiones hasta la fundición de Linares (Jaén). Hoy impresiona la gran boca mina, así como el acopio, ladera abajo, de los residuos mineros.

La bajada la hicimos igual que la subida, todos apretados, pero eso no nos impidió gozar de la visión del bosque de esos quejigos desnudos, en una imagen casi fantasmal.



BIBLIOGRAFÍA:

- DÍEZ SANZ, Enrique y GALÁN TENDERO, Víctor M. (2012): Historia de los despoblados de la Castilla Oriental. Tierra de Soria siglos XII a XIX. Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria, colección Temas Sorianos nº 56. Página 340

- HUERTA HUERTA, Pedro Luis (2002): Villar del Campo. Ruinas de San Adrián del Madero en Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria, vol. II. M.Á. García Guinea y José M.ª Pérez González (dirs.), Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico, pp. 1247-1248.

LÁZARO CARRASCOSA, Santiago (2010): Trébago un pueblo soriano. Edita Excma Diputación Provincial de Soria, colección Paisajes, lugares y gentes.

- MADOZ, Pascual (1846-50): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, 1993. Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid.

- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana. Madrid. Editora Nacional.

- RETUERCE, Manuel y COBOS, Fernando (2004): Fortificación islámica en el alto Duero versus fortificación cristiana en el alto Duero, en el libro Cuando las horas primeras. En el milenario de la Batalla de Calatañazor. Colección Monografías

SANZ PÉREZ, Eugenio (2003): El yacimiento de galena argentífera de San Adrián de los templarios (Sierra del Madero, Cordillera Ibérica, Soria), Revista Celtiberia Nº97. Soria, Centro de Estudios Sorianos, pp. 507-522.

SÁENZ RIDRUEJO, Clemente (1979): La iglesia de San Adrián en la Sierra del Madero. Revista Celtiberia, Nº 58. Soria. Centro de Estudios Sorianos, pp. 281-285

domingo, 26 de enero de 2025

LOS DESCARNADOS RESTOS DE SAN NICOLAS, SAN MIGUEL Y SU BELLO TÍMPANO.

 

“Dos calles cuyo nombre no admite engaño -Bajada a la Arboleda y la calle
de la Hoz- llevan al parque fluvial, donde se observan los escarpes
de la fortaleza y pueden verse los restos del acueducto
que servía para subir agua al castillo”.

Corazón de roble. Ernesto Escapa


A quienes siguen nuestras entregas sobre estas iglesias románicas “sin techo” les sorprenderá un segundo artículo sobre Berlanga. Y es que la villa merece eso y más. En el artículo anterior nos centramos, de modo especial, en la iglesita de San Juan, ubicada en el interior del primer recinto amurallado. Contábamos, entonces, que fueron diez las iglesias románicas que se levantaron en la localidad, y, con cuyas piedras, en 1526, los Señores de Berlanga, María de Tovar e Íñigo Fernández de Velasco decidieron levantar la impresionante Colegiata de Santa María del Mercado; pasando la localidad de tener diez iglesias a una. Para ello tuvieron que desacralizar las diez iglesias y desmontarlas. Mientras se realizaban las obras de la Colegiata y el desmontaje de los muros, era necesario tener una de ellas levantada para el mantenimiento del culto. Esa función le correspondió a la iglesia de San Gil, que fue la última que sufrió el derribo.

Decíamos que, si bien la entrega anterior se centró en la iglesia del San Juan, esta lo hace en las de San Miguel y San Nicolás, iglesias de las que todavía quedan restos que nos ayudan a imaginárnoslas, deteniéndonos, también, en el tímpano que hoy luce en la puerta de entrada del convento de las monjas Concepcionistas.

Conchi y José Luis, nuestros cicerones de la Asociación Amigos del Castillo de Berlanga de Duero, nos informan de lo que el escribano Hernando de Santa Fe dejó escrito en un documento conservado en el Archivo de la Colegiata de Berlanga. En él se puede leer cómo fue la procesión realizada el 9 de marzo de 1526 en la Villa de Berlanga, que recorrió nueve de las diez parroquias medievales para su desacralización. Tan solo permanecerá en pie, unos años más, tal y como hemos apuntado con anterioridad, la iglesia de San Gil, que acogería la feligresía hasta 1530, momento de la consagración de la nueva iglesia-colegiata de Santa María del Mercado.

Desde la Oficina de Turismo de Berlanga de Duero, Conchi y José Luis nos guían por la calle de la Hoz hasta el cruce con la calle de La Bajada a la Arboleda, donde ya se pueden ver los restos de la antigua parroquial de San Miguel. Mientras caminábamos hacia el lugar, nos hablan con entusiasmo de la historia de Berlanga y del trabajo de la Asociación para recuperar la memoria de la villa y del palacio de los Marqueses de Berlanga. En cada uno de los últimos veranos la Asociación ha acometido una intervención arqueológica, además de ayudar en la publicación de varios libros. Ya hace unos años que colocó unas placas de metacrilato que informan al viajero de la localización de las 10 iglesias medievales con las que contó la villa. Precisamente la que informa de la localización de San Miguel ha sido vandalizada. Desde ese mismo cruce subimos al cerro de las Pedrizas por un canchal de piedra caliza.

En lo más alto de este pequeño, pero escarpado cerro, aparecen los restos de lo que fue la cabecera de la parroquia de la collación de San Miguel. La fábrica que ha llegado a nuestros días es de mampostería de piedra caliza unida con mortero de cal y arena, pero si observamos con detalle el exterior del ábside, todavía podemos ver la impronta que dejaron los sillares arrancados y que irían a parar a la nueva colegiata. En estas ruinas todavía persiste lo que fue el ábside semicircular, donde todavía se puede distinguir la cimentación del presbiterio y de lo que fue el arranque de la nave. La nave está asentada sobre la roca madre. Precisamente desde lo que fue la nave se pueden disfrutar de unas vistas estupendas de la villa de Berlanga, su colegiata, su castillo artillero, sus murallas, así como las “Tres Cruces” del camino del Calvario, recientemente recuperadas por la Asociación Amigos del Castillo de Berlanga, y desde donde cada 3 de mayo se bendicen los campos.

Los investigadores Roberto de Pablo, Francisco J. de Pablo y Cristina Santos sostienen que el tímpano reutilizado en la puerta norte del Monasterio de las monjas Concepcionistas Franciscanas pudo proceder de esta parroquia. Se basan en la representación del arcángel San Miguel en la escena del pesaje de las almas o Psicostasis; aunque bien podría proceder de otra parroquia, especialmente de la de San Gil que fue la última en ser derribada y que, por proximidad, podría ser su origen. En cualquier caso, la calidad escultórica de este tímpano con restos de su policromía original entronca con cuadrillas de canteros muy conocedores de lo que, a finales del siglo XII, se estaba haciendo en la catedral de El Burgo de Osma y también de la actividad en Silos.

En la actualidad, es sin duda, el resto escultórico más importante de Berlanga de Duero y uno de los
nueve tímpanos románicos que han llegado hasta nuestros días en la provincia de Soria, y para muchos investigadores, uno de los de mayor calidad escultórica. La excelencia de este tímpano se corresponde con los restos escultóricos que se conservan en el moderno Centro de Interpretación de San Baudelio. Dovelas perteneciente a arquivoltas románicas decoradas con taqueado jaqués, con decoración romboidal y otra con palmetas y cabezas de leones, que es el que ha utilizado la Asociación de Amigos de Castillo de Berlanga para enmarcar las placas de metacrilato que nos informan de la localización de las iglesias medievales; capiteles románicos entre los que
podemos destacar el decorado con roleos vegetales enmarcando una figura antropomorfa, asi como los restos de otro decorado con una labor de cestería trenzada; un canecillo con modillones de rollo, así como varias estelas medievales. Algunos de estos restos aparecieron en los años 70-80 del siglo XX durante las obras de reparación del tejado de las capillas de la Colegiata, que se dejaron amontonados y que algunos vecinos recogieron, y que ahora han sido cedidos para su exposición; otros muchos han aparecido durante obras de reparación o demolición de distintos inmuebles de la villa.

Conchi y José Luis nos guían hasta las Eras Altas, disfrutando del callejero y su historia, deteniéndonos en la fachada de la iglesia del antiguo convento del Monasterio de las monjas Concepcionistas Franciscanas, en donde destaca el tímpano románico. La falta de sensibilidad de los años sesenta del pasado siglo provocó la perdida de muchísimo patrimonio no solo en Berlanga y Soria, sino en todo el territorio nacional. Nos recuerdan que en esta iglesia se sustituyó el artesonado, quizás el original del siglo XVI, por una nueva cubierta. La Asociación también está preocupada por el paradero del patrimonio mueble con que contaba el convento, pues las monjas cerraron el inmueble y se fueron a Ágreda, donde seguro que llegó todo el conjunto de retablos, relicarios y alhajas de la orden, pero ningún berlangués sabe nada del paradero de ese Patrimonio.

Al sur de los muros que cierran el antiguo convento se encuentran las Eras Altas, que estuvieron empedradas y en ellas, cuando llegaba el verano, se trillaba. Hoy la hierba recubre todas ellas. Desde lo alto, Conchi, mirando al mediodía, recita de corrido a Ortega y Gasset: “Por tierras de Sigüenza y Berlanga de Duero, en días de agosto alanceados por el sol, he hecho yo —Rubín de Cendoya, místico español— un viaje sentimental sobre una mula torda de altas orejas inquietas. Son las tierras que el Cid cabalgó. Son, además, las tierras donde se suscitó el primer poeta castellano, el autor del poema llamado Myo Cid”. Las vistas sobre la cerca vieja, las ruinas del palacio, la fortaleza artillera y el castillo medieval son evocadoras. Allí nos encontramos con los restos de lo que pudo ser la antigua parroquial de San Nicolás. Se puede ver la estructura semicircular del ábside construido con mampostería unida con mortero, que sin duda correspondió al ábside de la primitiva iglesia. Con la cabecera orientada al este, todavía podemos distinguir la cimentación de parte de ábside, el tramo recto de un corto presbiterio y el inicio de la nave.

Al norte y al este de estos restos, los berlangueses sacaron arcilla para la construcción de adobes en la primera mitad del siglo XX, dañando parte del yacimiento arqueológico. Nos cuentan que durante esas extracciones de tierra aparecieron algunas tumbas de lajas, restos óseos y un sarcófago de piedra, que fue reutilizado en una fragua de Berlanga de Duero enclavada en la Calle Nuestra Señora de las Torres, muy cerca de la Puerta de Aguilera.

Estos dos restos de iglesias medievales que hoy presentamos merecen ser consolidadas para que no desaparezcan totalmente, así como una excavación arqueológica que otorgue más luz a este pasado glorioso de la villa de Berlanga de Duero. Seguro que la Asociación en un futuro no lejano intervendrá en estos restos. El inicio del trabajo ya está hecho con el estudio, la localización y la señalización de las 10 iglesias medievales.


Nuestros cicerones nos llevan en un recorrido por el callejero hasta la plaza mayor, pasando antes por la claustra, la localización de San Gil, el atrio renovado de la Colegiata y, recorriendo después, con pesadumbre, la Calle Real. Nos recuerdan el empuje comercial que tuvo la calle en un pasado no muy lejano: el palacete de la Duquesa de Castejón, que durante la Guerra Civil española sufrió un grave incendio después de ser ocupado por tropas italianas, recuperado recientemente por una familia madrileña; la vieja cárcel y el edificio de teléfonos, la vieja sastrería que los antepasados de Conchi regentaron desde el siglo XVIII. Entramos en la Ferretería Úbeda, la más antigua de la provincia regentada por Rosa Calavia, vemos el alfarje del hotel Fray Tomás,… y por supuesto hablamos de Agustín Escolano que desde 2003 dirige el Centro Internacional de la Cultura Escolar (CEINCE), enclavado en un bello palacio renacentista que, en el pasado, perteneció a la familia de don Emilio Mozo de Rosales, Marqués de Mataflorida.

Para cerrar el artículo queremos mostrar nuestra satisfacción por la noticia de que la Asociación de Amigos del Castillo de Berlanga, que tanto interés y preocupación muestra por el patrimonio de su localidad, haya conseguido una ayuda de 90.000 € que otorga la Junta de Castilla y León para la gestión y consolidación de la Cerca Vieja. Enhorabuena.

BIBLIOGRAFÍA

- De PABLO MARTÍNEZ, R. (2022): SAPIENTIA AEDIFICABITVR DOMVS ET PRVDENTIA ROBORABITVR. El Palacio de los Marqueses de Berlanga. Berlanga de Duero. Edita: Asociación de Amigos del Castillo de Berlanga. Coedita. Diputación de Soria.

- De PABLO MARTÍNEZ, R., DE PABLO ORTEGA. F.J., y SANTOS OZORES, C. (2013): Las antiguas iglesias de Berlanga: entre la arqueología y la documentación escrita. Soria, Celtiberia, CES del CSIC, nº 107.

- MADOZ, P. (1850): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid, 1993.

- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana. Madrid. Editora Nacional.

- NUÑO GONZÁLEZ, J. (2002): Berlanga de Duero, en Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria, vol. I. M.Á. García Guinea y José M.ª Pérez González (dirs.), Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico, pp. 225-227.
 
- ORTEGA Y GASSEJ, J. (1976) Tierras de Castilla. Notas de andar y ver. Ediciones de Arte y Bibliografía. Madrid.

 

domingo, 22 de diciembre de 2024

EL PRIMER ROMÁNICO SORIANO: SANTA LUCÍA EN ANDALUZ

 

“El paraje de Andaluz, situado entre el cerro del Portillo que cruzó
Almanzor en su última singladura y la hoz del arroyo, resulta
muy atractivo y evoca en su nombre la procedencia
meridional de sus repobladores”.

Corazón de roble. Ernesto Escapa


En Andaluz buscamos los restos de una iglesia románica que la tradición oral identificaba como la antigua ermita de Santa Lucía. La iglesita, o lo que queda de ella, se encuentra ubicada en lo alto de una loma que protege al pueblo del frío del norte, y desde donde se tiene una espléndida panorámica de la Meseta Norte: las sierras madrileñas y segovianas; y las sorianas de Pela, Ministra y Altos de Barahona, así como el Moncayo y las sierras del norte de Soria: Picos de Urbión y Cebollera.

Nos aventuramos a esta visita el último día de septiembre. La SO-100, otras veces mencionada en estos artículos, nos conduce desde Soria a Andaluz en algo más de media hora. Una vez allí, es necesario ascender hasta el Alto del Risco por el Camino del Alto de la Sierra, camino de tierra que se encuentra en buen estado. Nos adentramos en un terreno calcáreo con alguna sima a su vera. El camino culmina y un cartel en acero corten nos informa de que estamos en el Parque Eco Arqueológico de Santa Lucía. En lo más alto del pico aparece una caseta antiincendios, que esos días cuida y vigila Omar Iglesias con el que conversamos sobre su trabajo durante un buen rato. 

Andaluz es la puerta de un paso, o desfiladero estrecho, llamado “La Hoz”, que en un tiempo de la Edad Media separaba la zona cristiana de la musulmana. Esto fue motivo para que la localidad tuviera su importancia, pero creemos que no tanta como la atribuida por Pascual Madoz, que en su Diccionario Geográfico-Histórico atribuye 11.000 vecinos a la localidad a mediados del siglo XIX. La verdad es que no debió de alcanzar nunca los trescientos habitantes. Su importancia, sin embargo, se constata en que puede presumir de poseer el primer fuero de la provincia de Soria, otorgado en 1089 por el conde Gonzalo Núñez de Lara y su mujer Doña Godo, en tiempos de Alfonso VI, a la vez que se convertía en cabeza de la Comunidad de Villa y Tierra, integrando a 13 aldeas, dos de ellas ya despobladas. Esa importancia ha sido cada vez menor, y aunque se constituyó como municipio con la caída del Antiguo Régimen en el siglo XIX, perdió la municipalidad en los años sesenta del siglo siguiente al integrarse en Berlanga de Duero, y también perdió casi toda su población, estando hoy por debajo de las veinte personas las que pasean diariamente por sus calles.

La mañana era agradable y desde lo alto, Omar Iglesias, nos indica el camino y los restos de la ermita, recientemente consolidados. Desde la lejanía las ruinas son la imagen de tantos edificios religiosos y en ruinas del rural soriano. Mientras nos dirigíamos hacia las ruinas, en ese secarral del altiplano de Andaluz, buscábamos setas de cardo sin ningún éxito.

Estas ruinas se encontraban olvidadas por el vecindario, hasta que en 2018 se llevó a cabo una intervención arqueológica por la profesora de la Universidad de Cantabria Diana Vega Almazán, con el objetivo de documentar y consolidar los restos que quedaban de su vieja fábrica. Una cartela al lado de lo que fue la puerta meridional nos informa de aquella actuación en la que colaboraron la Junta de Castilla y León, el FEADER, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el grupo de acción local ADEMA, el Ayuntamiento de Berlanga de Duero, el Común de Vecinos de Andaluz y la Asociación Fueros de Andaluz, y aunque no figure en el cartel, sin duda la Universidad de Cantabria. Un código QR nos remite a la historia de la excavación y sus hallazgos.

Hasta esta intervención lo que allí se veía eran tres grandes paredones de encofrado de cal y canto, de muy buena ejecución, y dos grandes huecos en los muros sur y occidental. Gracias a esta intervención hoy sabemos mucho más de lo que fue la iglesia de Santa Lucía y nos orienta a lo que se puede hacer en muchos de estos inmuebles románicos en ruinas dispersos por toda la provincia.

La intervención dejó al descubierto su planta original, formada por una única gran nave rectangular y un ábside en forma de herradura inscrito dentro de una cabecera cuadrangular de pequeñas dimensiones. Esta cabecera es un “únicum” dentro de las iglesias sorianas. Para Diana Vega Almazán estas características arquitectónicas lo ponen en relación con varias construcciones del primer románico de la provincia y la singularidad del ábside la entronca con iglesias del noroeste peninsular, de tradición mozárabe, como las iglesias de Santiago de Peñalba, San Miguel de la Escalada o Santo Tomás de las Ollas.

La iglesia de Santa Lucía se cimentó directamente sobre la roca natural de caliza con grandes bloques.
Consta de una gran nave rectangular y una pequeña cabecera cuadrangular, ligeramente más estrecha que aquella. Como ya hemos escrito se construye con muros de encofrado de cal y canto en los que todavía se aprecian las distintas verdugadas, así como los mechinales de piedras planas que facilitaban la recuperación de las agujas o de las almojayas. Estos muros, como era habitual, se reforzaban con sillería en las esquinas y los vanos, hoy prácticamente desaparecidos, lo que debilitó mucho su fábrica. Asimismo en la cabecera se levantó un zócalo con varias hiladas de sillería, sobre el que se asentó el muro de calicanto. La ausencia de contrafuertes al exterior y de responsiones en el interior, nos indica que la nave se cubriría con techumbre de madera a dos aguas, mientras la cabecera sería abovedada, muy similar a las que vemos en el occidente peninsular.

La iglesia contó con dos puertas: una en el muro meridional y otra en el muro occidental, no pudiendo determinar la intervención arqueológica si las dos fueron coetáneas, pero sí que la occidental fue la original del templo y que en fechas más recientes se tapió.

Durante la campaña arqueológica se puso al descubierto el ábside, el antiguo solado que nivelaba el de roca natural, así como dos elementos de trascendental importancia. En el sector suroeste de la nave apareció una pila rectangular excavada en la roca, con remates curvos, con un enlucido hidráulico, relacionado con una zanja excavada en la roca y paralela al muro oeste que pudo usarse como canal desagüe, pila que por su reducido tamaño pudo estar dedicada al bautismo por ablución. La otra pieza interesantísima que apareció en el ábside es una pequeña pilastra monolítica tallada en mármol, que pudo formar parte de un pie de altar de la primitiva iglesia.

Durante seiscientos años este templo siguió en uso, bien como iglesia, bien como ermita, hasta que, a finales del siglo XVI o principios del XVII, se inició su ocaso y desmantelamiento. Hoy, ya avanzado el siglo XXI, se ha recuperado su historia y se ha integrado en un paisaje que el estudio y el trabajo han dignificado. La intervención y consolidación de estas ruinas son, sin duda, un ejemplo de lo que podría hacerse en otras decenas de ruinas románicas abiertas al cielo.

En lo que pudo ser el atrio de la iglesia de Santa Lucía se ha adecuado una pequeña explanada con varios bancos que animan a sentarse y observar las ruinas desdentadas por el continuado expolio, y la vega del Duero; así como una moderna escultura levantada para recordar los Fueros de Andaluz. Esta obra fue realizada por un vecino de la localidad con maderas que sirvieron de soporte a los raíles del ferrocarril, enlazadas con fuertes pletinas de hierro que nos recuerdan la importancia que los fueros tuvieron en la repoblación y pacificación de estos territorios a finales del siglo XI.

Tras la visita a la iglesia, objetivo principal de la visita, nos acercamos hasta el Portillo de Andaluz, un balcón hacia el cortado de “La Hoz” por el que transita, un tanto agresivo, el río Andaluz para llegar, a pocos metros, hasta el Duero, que por allí se cruza a través de su famoso puente de los seis ojos. Desde el Portillo, al que se accede por el Paso de Lug, se observan los buitres que han tomado residencia al otro lado del cortado, y se oye el sonido de las aguas del Andaluz. Su situación nos permite ver la Sierra de Inodejo, así como los valles de los ríos Duero y Andaluz.

Cerca quedan unos pocos restos de lo que fue el Castillo de Andaluz, una fortaleza cuadrangular de 25 metros de lado, que excede el tamaño de una simple torre de vigilancia o atalaya. Cuenta Isaac Moreno Gallo en su obra “La Defensa Telegráfica de la Frontera Califal del Duero” que el diseño de esta es muy parecido a la de Fuentetovar y que domina una vasta extensión de terreno en todas las direcciones, con buena visibilidad con el castillo de Fuentetovar y con la atalaya de Bayubas de Abajo. Además también se comunica con la atalaya de Vadorrey y con la Torre de Aguilera.

Regresamos en dirección al observatorio antiincendios, desde donde el joven Omar Iglesias controla el peligro con sus prismáticos. Recorremos el camino inverso y paramos en la localidad de Andaluz. El pueblo aparece vacío, aun así, nos encontramos con un vecino que nos informa de que ayer domingo fue San Miguel y que el pueblo estaba lleno. Hoy por sus calles sólo está él, que sube por la calle de la Iglesia en busca de cobertura para su teléfono de Movistar. Nos dice que la llave de la iglesia la tiene el alcalde, Fidel de Miguel, pero que hoy está trabajando en el campo. Nosotros no teníamos tiempo para visitar su interior y su lapidario. Nos espera en La Barbolla la zamorana Beatriz Barrio, que estos días está recorriendo Soria y quiere ver la ruina en que se ha convertido la iglesia de San Bartolomé. En la misma calle cerca ya de la iglesia de San Miguel un antiguo sarcófago arrumbado hace las veces de macetero. La iglesia cuenta con un precioso pórtico románico en forma de L, que, hace tiempo, se encontraba en el lado norte del edificio y que se remontó en el lado meridional junto con su portada. Volveremos a recorrer con más pausa el maravilloso pueblo de Andaluz.

BIBLIOGRAFÍA:

- COBOS, F. y RETUERCE, M. (2004) Fortificación islámica en el Alto Duero versus fortificación cristiana en el Alto Duero. C. DE LA CASA, C. Y MARTÍNEZ, Y. (coords) Cuando las horas primeras. En el milenario de la batalla de Calatañazor, PP.229-257. Soria: Universidad Internacional Alfonso VIII.

- MADOZ, P. (1850): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid, 1993.

- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana. Madrid. Editora Nacional, pp.131-135.

- MORENO GALLO, I. (2022): La Defensa Telegráfica de la Frontera Califal del Duero. Atalayas y vías romanas en el siglo X. Edita: Excma. Diputación Provincial de Soria. pp.42 y 71.

- RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, J. M. (2002): Andaluz, en Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria, vol. I. M.Á. García Guinea y José M.ª Pérez González (dirs.), Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico, pp. 171-182.

- VEGA ALMAZÁN, D. (2021): La iglesia prerrománica de Santa Lucía (Andaluz, Soria). Resultados de las excavaciones arqueológicas. The Archaeology of ‘Underdog Sites’ in the Douro Valley From Prehistory to the Modern Age. Edited by Santiago Sánchez de la Parra-Pérez, Sonia Díaz-Navarro, Javier Fernández-Lozano and Javier Jiménez Gadea. pp. 254-271

domingo, 17 de noviembre de 2024

LAS RUINAS DE SAN JUAN DE BERLANGA, EL ROMÁNICO CONSOLIDADO.


“La colegiata absorbió las parroquias pobres del pueblo, que debían estar
medio arruinadas. Es seguro que su tesoro románico tendría
importancia, dada la concentración que tal estilo
presenta en el área del Duero soriano”.

Soria. Dionisio Ridruejo


Creemos que a ningún soriano/a hay que explicarle cómo llegar a Berlanga de Duero, pero por si alguien se despista, le recordaremos que la SO-100, la misma que pasa por Navalcaballo, Quintana Redonda, Fuentepinilla o Andaluz, le llevará hasta allí en unos cuarenta minutos.

Y es que hoy nuestro objetivo se encuentra en esta localidad. Berlanga se encuentra a unos 50 kilómetros al sur de la capital, en la ribera del río Escalote, afluente del Duero. Es tan rica, Berlanga, en patrimonio artístico, que mereció la pena hacer dos viajes; uno el 19 de septiembre y otro, el 29 de octubre. Este segundo con el fenomenal recibimiento de Jesús, Conchi y José Luis, miembros de la Asociación de Amigos del Castillo de Berlanga.

Berlanga fue conquistada para los cristianos por Fernando I en el siglo XI. Allí fueron llegando nuevos pobladores propiciando que el municipio se convirtiera en centro de una comunidad de villa y tierra compuesta por 33 aldeas, trece de ellas actualmente despobladas o desaparecidas. Para protegerla se construyó una fuerte muralla al sur del castillo, llamada Cerca Vieja. Dentro, agarrado a esa loma, se encontraba el antiguo pueblecito que daría origen a Berlanga. Poco a poco, cuando el peligro se fue alejando, la población fue abandonando el lugar y se asentó en el llano, más cómodo, donde hoy se ubica la villa de Berlanga. Por si acaso, se construyó una segunda muralla, extramuros, pero de ella apenas queda la Puerta de Aguilera. Hasta principios del siglo XIV se fueron construyendo, conforme iba llegando población nueva, diez iglesias repartidas en el espacio que ocupaba la localidad.

En 1136, mediante el acuerdo suscrito entre los obispos de Sigüenza y Osma para la delimitación de ambas diócesis, Berlanga y sus aldeas quedarán dentro del territorio seguntino, donde ha permanecido hasta los años centrales del pasado siglo XX. Ya en aquellos primeros siglos debió de ser una activa población, que llegó a contar con siete parroquias, según Gonzalo Martínez Díez: Santa María, San Gil, Santo Tomé, San Nicolás, San Miguel, San Esteban y San Andrés. Sin embargo, en 2013 en el artículo “Las antiguas iglesias de Berlanga. Entre la arqueología y la documentación escrita” publicado en la Revista Celtiberia, Nº 107, Roberto de Pablo, Francisco J. de Pablo y Cristina Santos añaden a estas parroquias tres más: San Pedro, San Facundo y San Juan. Precisamente, estos autores, han logrado localizar los espacios en los que se encontraban esas diez iglesias, determinando que la que se denomina como “Ruinas dentro del primer recinto amurallado” en la Enciclopedia del Románico en Castilla y León, estuvo advocada a San Juan.

En 1370 la familia Tovar se hizo con el control de Berlanga y, por supuesto del castillo, que sufrió saqueos de la propia población, y un grave incendio en 1660. A finales del siglo XVIII sólo los muros quedaban en pie. Pero aunque el castillo quedase vinculado exclusivamente a la familia Tovar, el poblamiento de la localidad fue creciendo hasta llegar a casi los 2.500 habitantes a mediados del siglo XX. Hoy se mantiene en torno a los 900. 

Muchas de las piedras de las diez iglesias medievales se encuentran embutidas en los muros de la Colegiata de la misma localidad. Conchi y José Luis fueron nuestros extraordinarios cicerones acompañándonos a los lugares en los que esos edificios religiosos estaban. Efectivamente, en 1526, los Señores de Berlanga, María de Tovar e Íñigo Fernández de Velasco, en un programa renovador de las construcciones de la villa, deciden unificar todas parroquias en una de dimensiones suficientes, para acoger a toda la población, y que estuviese en el centro de la villa. Con permiso de la diócesis de Sigüenza construyen la impresionante Colegiata de Santa María del Mercado en el emplazamiento de la antigua de San Andrés. No podemos imaginar el impacto que debió suponer en la localidad la noticia de que las diez iglesitas iban a ser destruidas. También sería impactante cuando observaran un edificio del poder de la nueva Colegiata.

Dentro de las murallas del castillo o de la cerca vieja se encuentran algunos restos de tres de esas iglesias que se destruyeron: la de San Juan, de la que todavía hoy se conserva parte de su cabecera junto con su arco de gloria, que sirve de recuerdo y que nos marca el lugar en el que se encontraba; la de San Esteban, un poco más arriba y vinculada a la anterior, y la de Santa María, de la que parte de sus riquezas se conservan en la Colegiata: una talla románico-gótica de la Virgen del Mercado, y los retablos de Santa Ana y el de los Bravo de Laguna.

De las diez iglesias únicamente quedan restos de San Juan, como queda dicho; de San Nicolás, de la que se conservan parte de su ábside y de lo que pudo ser una dependencia adosada; y de San Miguel de la que también se conservan restos de su cabecera, así como, probablemente, un tímpano que se colocó, posteriormente, en la puerta de entrada del convento de las Madres Concepcionistas, cerrado recientemente. Del resto de las iglesias queda la memoria en el callejero y en los archivos. Así sabemos que San Pedro, estaba ubicada en la huerta del Palacio de los Marqueses de Berlanga; San Gil, la última iglesia en ser destruida muy cerca de “la Claustra”, San Andrés, que debió ocupar el espacio de la plaza en la que hoy se levanta la Colegiata; Santo Tomé, que se situó en la estupenda Plaza Mayor actual, y San Facundo, muy próxima a la anterior. La gran mayoría de la piedra de estas parroquias sería reutilizada en la nueva colegiata, si bien algunos restos, como el tímpano de la iglesia de San Miguel, algunos capiteles e impostas, así como restos de los muros de mampostería de Santo Tomé, San Juan, San Miguel y San Nicolás, han llegado hasta nosotros.

En el interior del recinto amurallado o Cerca Vieja se edificaron tres iglesias: la de Santa María estuvo situada a la izquierda de la puerta de acceso a la ladera del castillo, la de San Juan hacia la mitad de la ladera y la de San Esteban en la parte superior del cerro junto a una necrópolis sobre roca, siendo esta última la que más duda genera entre los investigadores. Hoy el cerro del castillo se proyecta como una imagen de recuperación del patrimonio berlangués. En el interior de este primer recinto amurallado o cerca vieja, todavía se alza desafiante el arco de gloria de la iglesia de San Juan.

 
En 2002 José María Pérez, “Peridis”, cuaderno y lápiz en ristre, dibujaba magistralmente este ábside. Lo vemos en el capítulo VIII “La construcción del románico” en el Programa “Las claves del Románico” que por entonces emitía TVE 2. Escuchábamos entonces a Peridis decir: “La desnudez de las ruinas nos muestra en toda su pureza las claves del románico. […]. Aquí estamos debajo del arco del triunfo que es un alarde de estabilidad, es un milagro que no se caiga sobre mi cabeza”; añadiendo poco después “El contrafuerte es sin lugar a duda la gran aportación de los maestros del románico. No sólo modula la iglesia sino que también la sujeta. Este arco se terminará cayendo y a no mucho tardar porque el empuje que tiene no está contrarrestado, no hay un contrafuerte. Para eso servían los contrafuertes en las iglesias románicas, para evitar que el empuje de los arcos tirara los muros y se desplomaran los arcos. ¿Ven ustedes la grieta? Pues esa grieta marca por dónde van los empujes del arco y ahí tenía que estar un contrafuerte”. No se equivocaba el arquitecto y dibujante, tan solo un año después este arco de gloria apuntado, debido a las inclemencias del tiempo y a los empujes no recogidos se venía al suelo. Durante unos años sus dovelas permanecieron en el lugar, hasta que en 2010 una intervención acertada impulsada por la Asociación de Amigos del Castillo de Berlanga en colaboración con el Ayuntamiento reedificó el arco de triunfo y consolidó las ruinas de la cabecera, dignificando este espacio.

Al igual que en otras iglesias del rural soriano, la cabecera de San Juan integra ábside y presbiterio en un mismo espacio, ya que el ábside se prolonga por un presbiterio recto como vimos en las ruinas de la iglesia de Santo Domingo del despoblado de Golbán. Toda la cabecera se levantó en mampostería. En el ábside pervive una pequeña parte de sus muros, así como el arranque de su bóveda de cuarto de esfera, que apoyaba sobre una imposta de listel y chaflán. Hacia el exterior del ábside queremos intuir el lugar en el que se encontraba la ventana absidal. En el presbiterio, tampoco se aprecian ventanas, quizás al estar destruido la parte superior del muro meridional, mientras que en el lado norte todavía se conserva el arranque de la bóveda de cañón apuntada apoyada sobre la misma imposta. Todo el interior estuvo enfoscado con una capa de cal y arena; de este se conserva algunos restos.

Dos pilastras sobre pódium abocelado proyectan el arco triunfal, todo ello ejecutado en buena sillería de caliza blanca. Este es apuntado y doblado hacia la nave, presentando el arco exterior una moldura achaflanada al igual que las impostas. Este arco de triunfo se apoya en impostas.

De los muros de la nave nada queda, si bien hacia el norte aparece un gran muro de tapial con base de
mampostería, que a nuestro juicio nada tiene que ver con la construcción religiosa. Escuchando a Conchi y José Luis coincidimos en pensar que este muro estuvo ligado a los jardines del palacio de los marqueses de Berlanga, en concreto nos recuerdan que en este espacio se levantaron tres jardines, “en ondo”, el alto y el más alto. Precisamente este muro cerraría la Lonja Alta, que separaría el complejo palaciego de la fortaleza artillera. Por tanto este espacio se integró en los jardines, dando las ruinas de San Juan un aspecto romántico al mismo. Estamos convencidos que a no mucho tardar este espacio en donde estuvo la nave de San Juan se excavará para determinar su tamaño, así como para mejorar el acceso.

Las dos visitas a Berlanga las finalizamos acudiendo a Cabreriza, pueblo abandonado. En esta segunda ocasión nos esperaba Víctor, un joven extraordinario, conocedor del entorno, pues abandonando el bullicio de la ciudad vivió allí, rodeado de silencio y naturaleza durante 11 años. Él nos mostró lo que queda del pueblo y una iglesia extraordinaria que pronto dejará de serlo.

BIBLIOGRAFÍA

- De PABLO MARTÍNEZ, R. (2022): SAPIENTIA AEDIFICABITVR DOMVS ET PRVDENTIA ROBORABITVR. El Palacio de los Marqueses de Berlanga. Berlanga de Duero. Edita: Asociación de Amigos del Castillo de Berlanga. Coedita. Diputación de Soria.

- De PABLO MARTÍNEZ, R., DE PABLO ORTEGA. F.J., y SANTOS OZORES, C. (2013): Las antiguas iglesias de Berlanga: entre la arqueología y la documentación escrita. Soria, Celtiberia, CES del CSIC, nº 107.

- MADOZ, P. (1850): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid, 1993.

 - MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana. Madrid. Editora Nacional.

- NUÑO GONZÁLEZ, J. (2002): Berlanga de Duero. Ruinas dentro del primer recinto amurallado, en Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria, vol. I. M.Á. García Guinea y José M.ª Pérez González (dirs.), Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico, pp. 225-229.