"Ayer hice el típico viaje de "algún día tengo que ir" . Y es que basta que
pases delante mil veces para no ir nunca. Desde la novedosa
y escasa A-11, dirección San Esteban de Gormaz - Langa
de Duero, en la orilla sur del río destaca en
una cima solitaria unas ruinas".
Álvaro García. @sontarvaro
Nuestra visita del 7 de octubre se dirige a Castril. En esta
ocasión el desplazamiento es un poco más largo que en ocasiones anteriores. Su
duración es de algo más de una hora. Hemos de tomar la A-11 y N-122; carreteras
que se van alternando a tramos, tramos que se aburren de esperar a llegar a ser
algo o desaparecer. Dejamos El Burgo y llegamos hasta San Esteban de Gormaz.
Allí abandonamos las obras infinitas de la A-11 y nos adentramos, a nuestra
izquierda, en la Nacional 110 hacia Ávila. Pasados muy pocos kilómetros, a
nuestra derecha, tomamos ya una carretera provincial, la SO-P-4009 hacia Langa,
que nos conducirá a Castril, pasando previamente por Soto de San Esteban:
localidad que sustituye la piedra de los pueblos del Norte de la provincia por
el pobre, pero noble, adobe. Parece un pueblo agrícola, de gran actividad, pero
peor cuidado que los exquisitos pueblos, casi vacíos, del Norte.
Seguimos por esa carretera, siempre paralela al Duero, para
alcanzar Castril: un despoblado más de esta casi despoblada provincia. El
emplazamiento conserva las ruinas de una iglesia o ermita, de un gran paredón,
en la parte baja del poblamiento, y de varios colmenares abandonados. El paraje
es envidiable. Posee agua, pues está al lado del Duero, (hoy transcurre por esas
tierras el canal de Ines), y buenas tierras de cultivo. Resulta difícil
entender qué pudo pasar para que sus habitantes abandonaran tan privilegiado
lugar en el siglo XVI. Existe una leyenda en la que se atribuye a la aparición
de una plaga de culebras el motivo de su abandono y desaparición.
Castril, Cubillas y Oradero, otros dos núcleos desaparecidos, se englobaron dentro de la Comunidad de Villa y Tierra de San Esteban de Gormaz, aunque pertenecían al Monasterio de la Vid, creado en el siglo XII. Según Divina Aparicio, en su entrañable relato sobre Castril, el Monasterio poseía en este lugar dos ruedas de molino de escasa rentabilidad. Tal es así que en el siglo XVI cedió los molinos y las tierras al noble Gutiérrez Delgadillo. No sabemos cómo le fueron las cosas al comprador, pero el lugar quedó despoblado poco después. Tal ha sido el abandono del lugar que son unas de las pocas iglesias románicas de las que desconocemos su advocación.
En la actualidad estas tierras pertenecen al municipio de Miño de
San Esteban, localidad con mucho patrimonio, no llegando a los cuarenta
habitantes en los largos inviernos. Tampoco anda sobrada de población.
Podemos deducir que la localidad se encontraba en la parte baja en
la que resiste el muro de sillería, antes mencionado, y, arriba, en lo alto, en
un montículo, la iglesia. El gran paredón, construido con sillería, parece
pertenecer a un edificio de planta basilical. Después de varias visitas, pensamos
lo mismo que Álvaro García, que este gran muro son los restos del muro de
poniente de una iglesia expoliada. El grosor del muro, su método constructivo y
su orientación nos hacen pensar que estamos ante los restos de otra iglesia
románica. Hacia levante se puede seguir la planta de la misma, en la que se
amontonan piedras y sillares de la fábrica, al igual que alrededor, pues las
piedras de menos valor que aparecen en la finca colindante se van amontonando
en este lugar. Una excavación en este espacio podría certificar lo que hoy solo
podemos aventurar.
Subiendo hacia la iglesia nos encontramos con dos colmenares, uno tapiado con viejas bardas sobre sus muros, del que asoma un raquítico árbol; otro dominado por las sabinas, pero en el que todavía podemos ver los viejos dujos. El olor a tomillo perfuma el ambiente. Al subir, en la otra vertiente del collado, apreciamos otro colmenar, mejor conservado, pero que como los anteriores parece condenado a la ruina.
La iglesia, con orientación canónica,
se asienta sobre un cerro calcáreo. Gran parte de la iglesia está excavada en
la roca, algo, que a los ojos de hoy, sorprende por esa capacidad laboriosa de
nuestros recientes antepasados. La parroquial es de una sola nave, ligeramente
más ancha que el presbiterio, rematada hacia levante con un ábside
semicircular. La nave estaría cubierta con un armazón de madera, mientras que
el presbiterio, a juzgar por los restos, se ampararía del cielo con cubierta de
cañón y el ábside con bóveda de cuarto de esfera. La cubierta abovedada era de
mampostería enfoscada en el interior en la que se pintó un falso despiece. El presbiterio
todavía conserva parte de la bóveda, en difícil equilibrio, mientras que en el
ábside apenas resiste el arranque. Recorre toda la cabecera una línea de
imposta de bocel y filete, sobre la que arrancaba la cubierta abovedada de la
cabecera.
El inmueble estuvo enfoscado con cal y
arena y, al menos, la cabecera estuvo decorada con pintura mural, pues en los
restos de la bóveda del ábside todavía se puede apreciar un falso despiece y
por debajo de la imposta se conservan restos de una cenefa de dientes de
sierra. Esta decoración mural sería muy parecida a las que vemos en la
parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Castillejo de Robledo.
El presbiterio se decoró con dos arcos ciegos a cada lado, que han sido expoliados con saña, pero todavía se pueden apreciar su constitución, así como en el lado norte restos de pintura mural en la que se intuye una figura nimbada. En el muro meridional, muy cerca del presbiterio, oculta detrás de un rosal silvestre, aparece una hornacina que todavía conserva su pintura mural. El expolio nos indica que estuvo encintada por sillares y que pudo cumplir la función de credencia.
La iglesia contó con una portada al
Sur y, enfrentada a ella, otro vano que ha sido interpretado como una segunda
portada. Nosotros interpretamos el vano como una ventana baja, no como otra
puerta, dado lo abrupto del terreno al otro lado, la anchura de la misma y el
escalón que existe con respecto al solado de la nave.
A los pies de la nave, aparecen a cada
lado de sus muros tres mechinales que alojaron las vigas que sostuvieron un
pequeño coro y quizás el acceso al campanario. La espadaña, hacia el interior,
todavía conserva gran parte de su sillería. Los expoliadores arrancaron los
sillares de la parte superior, pero en un determinado momento abandonaron su
“trabajo”. Sin embargo, en el exterior
toda la sillería ha sido robada dejando el muro descarnado al azote de los
vientos y las lluvias del Oeste. Las campanas, por supuesto, no están. En su
día, alguien mantiene, que se trasladaron a Alcozar, localidad que se encuentra
al otro lado del Duero. Hasta la década de los sesenta del siglo XX, según Divina
Aparicio, había una barcaza hecha con tablones instalados sobre cubas para
cruzar el río, y que se movía manejando la consiguiente maroma. De aquella
vieja instalación nada pervive a las orillas del Duero. El lugar cayó en el
olvido y los restos de las parroquiales aparecen hoy fosilizados.
BIBLIOGRAFÍA:
-HUERTA
HUERTA, P.L. (2001b) “El paisaje
arquitectónico en la provincia de Soria durante el siglo XIV: la pervivencia de
las construcciones románicas”, en El Siglo XIV. El Alba de una nueva Era
(Col. “Monografías Universitarias”, 12), Soria. (pp. 171-191)
- MADOZ, Pascual (1846-50): “Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los
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Diputación de Soria, 1993. Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid.
- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): "Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura
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-NUÑO GONZÁLEZ, J. (2001) “La sociedad en el territorio soriano durante los tiempos románicos”,
en AA.VV., Soria románica. El Arte Románico en la Diócesis de Osma-Soria, (pp.
27-36). Aguilar de Campoo. Fundación Santa María la Real.
-SERRANO, L. (1925) “Cartulario de San Pedro de Arlanza, Antiguo monasterio benedictino.”
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- VV.AA. (2002) “Casos y cosas de Soria III.” Soria.
Soria Edita. Colección Serie Mayor.
- VV.AA. (2002) Enciclopedia del Románico en
Castilla y León. Soria. Aguilar de Campoo. Fundación Santa
María la Real.
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