“Peralejo, que en 1880 reunía próximamente 120 almas y en
la estadística de 1900 figura con 89 solamente,
viene agregado al municipio de Losana, en
el partido del Burgo, y corresponde
al Obispado de Sigüenza [...]”.
Nomenclátor de la Provincia de Soria. 1909. Manuel Blasco Jiménez
El dos de junio realizamos uno de los últimos viajes, posiblemente el último, que llevará a cabo el colectivo «Románico sin Techo». Para ese día nos fijamos como objetivo el románico de la localidad de Peralejo de los Escuderos, ya en el límite de la provincia soriana y apartado del mundo. Gracias a D. Lucas Vicente Moreno, párroco de estos pueblos, dependientes de Retortillo, que nos puso en contacto con nuestros dos cicerones, tanto en Peralejo como en Torrevicente, que nos facilitaron el acceso a sus templos. A Peralejo, como a otras muchas localidades españolas, se le añadió un apellido en 1916, en este caso “de los Escuderos”, quién sabe si debido a la abundancia de jabatos.
Las noticias meteorológicas anunciaban tormentas para ese día y el cielo parecía responder con fidelidad a esos mensajes. Para llegar a Peralejo volvimos a recorrer la tantas veces transitada por este colectivo carretera SO-100, que nos lleva a Berlanga, dejando atrás Quintana Redonda, Fuentepinilla, Andaluz y otros pueblos. En Berlanga nos desviamos, por la SO-P-4132, hacia Paones, y allí paramos para ver la situación de su iglesia intervenida de la que ya escribimos en otro momento. La iglesia está consolidada, pero abandonada a su suerte. La madera con la que se rehabilitó no se ha vuelto a proteger y el tiempo va deteriorándola de forma grave y rápida. Un trozo de moldura de hormigón yace entre las hierbas y los pájaros hacen su labor en el ábside. Todo está ocupado por una hierba alta y agradecida a la lluvia frecuente de la primavera. Nos preguntamos si merece la pena buscar una reconstrucción extraordinaria con el gasto que ello supone, para dejarla posteriormente en el abandono. Nuestra siguiente parada en el camino hacia Peralejo fue Torrevicente. Accedimos al pueblo por las carreteras SO-132 y SO-P-4134, allí nos esperaba David López, un joven valiente que, junto a su pareja, ha decidido instalarse en el pueblo de su padre, Pedro. Curiosamente, David considera más meritorio resistir en una ciudad tan complicada como Madrid. Cuando llegamos, padre e hijo estaban trabajando desinteresadamente en unas obras para mejorar el pueblo.
Torrevicente cuenta con tan solo cinco habitantes durante todo el año, aunque conserva muchas casas en buen estado. No se sabe de dónde sacan la fuerza, pero estos pequeños pueblos siguen resistiendo, a pesar de las escasas ayudas que reciben de las distintas administraciones. El pueblo se esconde entre los farallones del cañón del río Talegones, y desde lo alto de la carretera, la vista es magnífica. La verdad es que es magnífica desde cualquier lugar.
David, con gran amabilidad, nos mostró la iglesia del pueblo dedicada a la Natividad. Además de ser un vecino comprometido, también ejerce como alcalde de barrio, ya que Torrevicente depende administrativamente de Retortillo de Soria. En sus palabras se percibe un genuino deseo de proteger el templo —al que ya le faltan los tubos del órgano— y de mejorar la vida en el pueblo. La iglesia fue rehabilitada y con ello surgió la obligación de instalar una alarma conectada por WIFI. Sin embargo, el pueblo no dispone de conexión a Internet. Así de paradójica es, a veces, la realidad rural.
Abandonamos Torrevicente y volvemos a unos páramos hermosos con lavanda, espliego y abundante hierba para un ganado que cada vez es más reducido. Cuando avanzamos hacia Peralejo el color de la tierra va cambiando, se torna rojiza, del mismo rojo que podemos ver en Tiermes. Avanzando por Retortillo de Soria, Castro, Valvenedizo y Losana, hasta llegar a Peralejo nos adentramos en imponentes paisajes. En Peralejo nos esperaba la mitad de su población, Emiliano Ortega. Él solo constituye el cincuenta por ciento de la población de esta localidad que se encuentra casi en el fin del mundo. Peralejo formó parte, en la Edad Media, de la Comunidad de Villa y Tierra de Caracena, y alcanzó una población superior a las cien almas. Hoy pertenece a Retortillo de Soria. Emiliano no está solo, pues además de otro vecino, siempre se deja acompañar por dos seres: Pera y Lucas, dos perritos que le ofrecen su amistad sin condiciones. Emiliano lleva tres años en Peralejo. Una desgracia familiar lo llevó a convertirse en un nómada con su autocaravana y fue buscando un lugar tranquilo y que, aunque fuera frío en invierno, el verano fuese fresco. Ese lugar lo encontró en Peralejo y allí, en una cómoda vivienda, pasa feliz los días acompañado de sus perritos, del otro vecino permanente, de algún otro que acude de vez en cuando, o de algunos curiosos como nosotros, de familiares y amigos que, en ocasiones, llegan para verlo y envidian la tranquilidad con la que vive Emiliano contemplando la Sierra de Pela, posiblemente la tierra menos poblada de Europa.
La localidad se encuentra en la margen izquierda del arroyo de las Cañameras, cuyas aguas, tras pasar por Peralejo, se unen al arroyo Molinillo y juntos alimentan el caudal del río Caracena.
Emiliano nos abrió la moderna iglesia de San Pedro ad Vincula, que no sigue la típica orientación canónica, pues la cabecera se encuentra al oeste y la espadaña al este. Su rica portada se abre en el muro meridional y nos recuerda que es una “YGLESIA DE ASILO”. El archivo Diocesano de la diócesis de Osma - Soria no conserva ningún libro de fábrica de esta iglesia, tan solo algunos libros sacramentales. Por el de difuntos sabemos que en 1719 existía la Ermita de Nuestra Señora del Rosario, pues era común mandar varias misas cantadas o rezadas en la ermita, así como en distintos altares de la nueva parroquial. En la nueva iglesia de Santi Petri ad Vincula se utilizaron algunos elementos de la antigua iglesia cuyas ruinas todavía se pueden contemplar sobre un pequeño altozano a las afueras del pueblo. Los muros de esta nueva iglesia están realizados en mampostería con piedra arenisca rojiza y algunos sillares de caliza blanca trabajados a hacha. La mampostería está decorada con rejunte resaltado tan típico en esta comarca a la sombra de la Sierra de Pela.
La parte inferior de la espadaña, situada al este, se encuentra construida en mampostería con un semi enfoscado, mientras que la parte alta lo hace en buena sillería perfectamente escuadrada, donde podemos leer una inscripción a mano alzada sobre el mortero en la que leemos «AÑO 1929». La espadaña se corona con dos discos de sendas estelas medievales, que, junto con la que vemos en el soporte de la pila benditera y el pequeño sarcófago que hay al final de la calle Real, pudieron proceder de la necrópolis medieval, que, sin duda, se encontraba en las proximidades de la iglesia románica.
En la margen derecha del arroyo de las Cañameras y sobre un altozano, a unos 1260 metros de altitud y a una distancia de unos 200 metros, se encuentran los restos de lo que fue la iglesia románica de Santi Petri ad Vincula, a los que se adosará el moderno cementerio y la sacristía. Hasta allí subimos con Emiliano y ante nuestros ojos aparecieron las ruinas de un inmueble que, sin otros datos, no deja de ser un puzle de muy difícil construcción.
La iglesia tuvo una orientación canónica oeste-este y contó con dos portadas: la principal abierta en el muro sur y una secundaria abierta en el septentrional, hoy tapiada. La vieja iglesia se levantó en mampostería con arenisca rojiza del entorno, sobre un fuerte zócalo rematado con una sillería de caliza blanca en chaflán. En fecha indeterminada se le adosó, al lado de la cabecera, una sacristía que todavía conserva parte de sus muros y la cornisa de gola, que después se repetirá en la nueva parroquial. A pesar del abandono, la vieja iglesia conserva el muro norte y algo del muro sur, en el que podemos distinguir dónde se encontraba la portada, enfrentada a la puerta secundaria del muro norte. El muro occidental, en el que estuvo la espadaña, se ha derrumbado pudiendo ver grandes bloques de mampostería desperdigados por la ladera. La vegetación nos impide el paso y a duras penas vemos la llaga que dejó la semicolumna cuando fue arrancada. De la cabecera no se puede afirmar si es semicircular o recta. Una excavación arqueológica, una limpieza y una consolidación de estas ruinas dignificarían el lugar y aportarían un poso de historia a la comarca.
Lo que sí confirman los libros sacramentales es que, ya en 1719, en el espacio que ocupaba la iglesia antigua se encontraba la ermita de Nuestra Señora del Rosario. En la nueva parroquial se va a disponer parte de la portada de la iglesia románica, pues el rasurado de los capiteles y el capitel que soporta la pila de agua bendita demuestran que la portada contó con al menos otra arquivolta más, con dos columnas más y sus capiteles. Consideramos que la portada de la iglesia románica estaba ligeramente adelantada y protegida con una chambrana y, quién sabe, si con un pequeño tejaroz.
En la nueva parroquial se utilizó parte de la portada, así como los dos capiteles del arco de gloria, la pila bautismal, un capitel que sirve de base a la aguabenditera, piedras labradas a hacha en sus muros, además de varias estelas medievales tanto en la aguabenditera como en la culminación de la espadaña.
En la nueva parroquial, sobre la portada, se incrustó un gran capitel, de buena talla, que representa a un obispo bendiciente acompañado por un acólito turiferario y por otra figura mutilada. Otro capitel del mismo estilo sirve de soporte a la mesa de altar. Éste se decora con dos leones de largas melenas atrapados entre ramaje. Ambos capiteles pudieron soportar el arco de triunfo de la antigua iglesia románica.
Emiliano se despidió de nosotros con amabilidad, y emprendimos camino hacia Torremocha de Ayllón con la intención de localizar un antiguo paredón en el despoblado de Gomezuela, junto al río Pedro. Sin embargo, la búsqueda resultó infructuosa. Volveremos en invierno, cuando las choperas estén desnudas y la vegetación no oculte los vestigios del pasado.
Concluimos la mañana comiendo en San Esteban de Gormaz. De regreso, una intensa tormenta acompañada de granizo nos sorprendió en la carretera, dificultando seriamente la conducción. Al final, el temporal no hizo más que confirmar los pronósticos meteorológicos.
BIBLIOGRAFÍA
- ARCHIVO DIOCESANO DE OSMA-SORIA. Libros sacramentales de la parroquia de San Pedro Ad Vincula de Peralejo de los Escuderos.
- Libro de bautizados (1876) Ref. 356/4
- Libro de difuntos (1716) Ref. 356/2
- BLASCO JIMÉNEZ, M. (1909): Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria. IIª edición, Cuar. Ed. Tipografía de Pascual P. Rioja.
- HIUERTA HUERTA, P. L. (2002): Peralejo de los Escuderos. Iglesia de San Pedro, en Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria, vol. III. M.Á. García Guinea y José M.ª Pérez González (dirs.), Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico, pp. 787-788
- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana. Madrid. Editora Nacional.
- MADOZ, P. (1850): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid, 1993.
- HERBOSA, V. (1999): El románico en Soria. Ediciones Lancia. León. p. 85.
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