miércoles, 27 de agosto de 2025

PERALEJO DE LOS ESCUDEROS: EL ROMÁNICO SENDERISTA

 


“Peralejo, que en 1880 reunía próximamente 120 almas y en
la estadística de 1900 figura con 89 solamente,
viene agregado al municipio de Losana, en
el partido del Burgo, y corresponde
al Obispado de Sigüenza [...]”.

Nomenclátor de la Provincia de Soria. 1909. Manuel Blasco Jiménez


El dos de junio realizamos uno de los últimos viajes, posiblemente el último, que llevará a cabo el colectivo «Románico sin Techo». Para ese día nos fijamos como objetivo el románico de la localidad de Peralejo de los Escuderos, ya en el límite de la provincia soriana y apartado del mundo. Gracias a D. Lucas Vicente Moreno, párroco de estos pueblos, dependientes de Retortillo, que nos puso en contacto con nuestros dos cicerones, tanto en Peralejo como en Torrevicente, que nos facilitaron el acceso a sus templos. A Peralejo, como a otras muchas localidades españolas, se le añadió un apellido en 1916, en este caso “de los Escuderos”, quién sabe si debido a la abundancia de jabatos.

Las noticias meteorológicas anunciaban tormentas para ese día y el cielo parecía responder con fidelidad a esos mensajes. Para llegar a Peralejo volvimos a recorrer la tantas veces transitada por este colectivo carretera SO-100, que nos lleva a Berlanga, dejando atrás Quintana Redonda, Fuentepinilla, Andaluz y otros pueblos. En Berlanga nos desviamos, por la SO-P-4132, hacia Paones, y allí paramos para ver la situación de su iglesia intervenida de la que ya escribimos en otro momento. La iglesia está consolidada, pero abandonada a su suerte. La madera con la que se rehabilitó no se ha vuelto a proteger y el tiempo va deteriorándola de forma grave y rápida. Un trozo de moldura de hormigón yace entre las hierbas y los pájaros hacen su labor en el ábside. Todo está ocupado por una hierba alta y agradecida a la lluvia frecuente de la primavera. Nos preguntamos si merece la pena buscar una reconstrucción extraordinaria con el gasto que ello supone, para dejarla posteriormente en el abandono. Nuestra siguiente parada en el camino hacia Peralejo fue Torrevicente. Accedimos al pueblo por las carreteras SO-132 y SO-P-4134, allí nos esperaba David López, un joven valiente que, junto a su pareja, ha decidido instalarse en el pueblo de su padre, Pedro. Curiosamente, David considera más meritorio resistir en una ciudad tan complicada como Madrid. Cuando llegamos, padre e hijo estaban trabajando desinteresadamente en unas obras para mejorar el pueblo. 

Torrevicente cuenta con tan solo cinco habitantes durante todo el año, aunque conserva muchas casas en buen estado. No se sabe de dónde sacan la fuerza, pero estos pequeños pueblos siguen resistiendo, a pesar de las escasas ayudas que reciben de las distintas administraciones. El pueblo se esconde entre los farallones del cañón del río Talegones, y desde lo alto de la carretera, la vista es magnífica. La verdad es que es magnífica desde cualquier lugar.

David, con gran amabilidad, nos mostró la iglesia del pueblo dedicada a la Natividad. Además de ser un vecino comprometido, también ejerce como alcalde de barrio, ya que Torrevicente depende administrativamente de Retortillo de Soria. En sus palabras se percibe un genuino deseo de proteger el templo —al que ya le faltan los tubos del órgano— y de mejorar la vida en el pueblo. La iglesia fue rehabilitada y con ello surgió la obligación de instalar una alarma conectada por WIFI. Sin embargo, el pueblo no dispone de conexión a Internet. Así de paradójica es, a veces, la realidad rural.

Abandonamos Torrevicente y volvemos a unos páramos hermosos con lavanda, espliego y abundante hierba para un ganado que cada vez es más reducido. Cuando avanzamos hacia Peralejo el color de la tierra va cambiando, se torna rojiza, del mismo rojo que podemos ver en Tiermes. Avanzando por Retortillo de Soria, Castro, Valvenedizo y Losana, hasta llegar a Peralejo nos adentramos en imponentes paisajes. En Peralejo nos esperaba la mitad de su población, Emiliano Ortega. Él solo constituye el cincuenta por ciento de la población de esta localidad que se encuentra casi en el fin del mundo. Peralejo formó parte, en la Edad Media, de la Comunidad de Villa y Tierra de Caracena, y alcanzó una población superior a las cien almas. Hoy pertenece a Retortillo de Soria. Emiliano no está solo, pues además de otro vecino, siempre se deja acompañar por dos seres: Pera y Lucas, dos perritos que le ofrecen su amistad sin condiciones. Emiliano lleva tres años en Peralejo. Una desgracia familiar lo llevó a convertirse en un nómada con su autocaravana y fue buscando un lugar tranquilo y que, aunque fuera frío en invierno, el verano fuese fresco. Ese lugar lo encontró en Peralejo y allí, en una cómoda vivienda, pasa feliz los días acompañado de sus perritos, del otro vecino permanente, de algún otro que acude de vez en cuando, o de algunos curiosos como nosotros, de familiares y amigos que, en ocasiones, llegan para verlo y envidian la tranquilidad con la que vive Emiliano contemplando la Sierra de Pela, posiblemente la tierra menos poblada de Europa.

La localidad se encuentra en la margen izquierda del arroyo de las Cañameras, cuyas aguas, tras pasar por Peralejo, se unen al arroyo Molinillo y juntos alimentan el caudal del río Caracena.

Emiliano nos abrió la moderna iglesia de San Pedro ad Vincula, que no sigue la típica orientación canónica, pues la cabecera se encuentra al oeste y la espadaña al este. Su rica portada se abre en el muro meridional y nos recuerda que es una “YGLESIA DE ASILO”. El archivo Diocesano de la diócesis de Osma - Soria no conserva ningún libro de fábrica de esta iglesia, tan solo algunos libros sacramentales. Por el de difuntos sabemos que en 1719 existía la Ermita de Nuestra Señora del Rosario, pues era común mandar varias misas cantadas o rezadas en la ermita, así como en distintos altares de la nueva parroquial. En la nueva iglesia de Santi Petri ad Vincula se utilizaron algunos elementos de la antigua iglesia cuyas ruinas todavía se pueden contemplar sobre un pequeño altozano a las afueras del pueblo. Los muros de esta nueva iglesia están realizados en mampostería con piedra arenisca rojiza y algunos sillares de caliza blanca trabajados a hacha. La mampostería está decorada con rejunte resaltado tan típico en esta comarca a la sombra de la Sierra de Pela. 

La parte inferior de la espadaña, situada al este, se encuentra construida en mampostería con un semi enfoscado, mientras que la parte alta lo hace en buena sillería perfectamente escuadrada, donde podemos leer una inscripción a mano alzada sobre el mortero en la que leemos «AÑO 1929». La espadaña se corona con dos discos de sendas estelas medievales, que, junto con la que vemos en el soporte de la pila benditera y el pequeño sarcófago que hay al final de la calle Real, pudieron proceder de la necrópolis medieval, que, sin duda, se encontraba en las proximidades de la iglesia románica.

En la margen derecha del arroyo de las Cañameras y sobre un altozano, a unos 1260 metros de altitud y a una distancia de unos 200 metros, se encuentran los restos de lo que fue la iglesia románica de Santi Petri ad Vincula, a los que se adosará el moderno cementerio y la sacristía. Hasta allí subimos con Emiliano y ante nuestros ojos aparecieron las ruinas de un inmueble que, sin otros datos, no deja de ser un puzle de muy difícil construcción. 

La iglesia tuvo una orientación canónica oeste-este y contó con dos portadas: la principal abierta en el muro sur y una secundaria abierta en el septentrional, hoy tapiada. La vieja iglesia se levantó en mampostería con arenisca rojiza del entorno, sobre un fuerte zócalo rematado con una sillería de caliza blanca en chaflán. En fecha indeterminada se le adosó, al lado de la cabecera, una sacristía que todavía conserva parte de sus muros y la cornisa de gola, que después se repetirá en la nueva parroquial. A pesar del abandono, la vieja iglesia conserva el muro norte y algo del muro sur, en el que podemos distinguir dónde se encontraba la portada, enfrentada a la puerta secundaria del muro norte. El muro occidental, en el que estuvo la espadaña, se ha derrumbado pudiendo ver grandes bloques de mampostería desperdigados por la ladera. La vegetación nos impide el paso y a duras penas vemos la llaga que dejó la semicolumna cuando fue arrancada. De la cabecera no se puede afirmar si es semicircular o recta. Una excavación arqueológica, una limpieza y una consolidación de estas ruinas dignificarían el lugar y aportarían un poso de historia a la comarca.

Lo que sí confirman los libros sacramentales es que, ya en 1719, en el espacio que ocupaba la iglesia antigua se encontraba la ermita de Nuestra Señora del Rosario. En la nueva parroquial se va a disponer parte de la portada de la iglesia románica, pues el rasurado de los capiteles y el capitel que soporta la pila de agua bendita demuestran que la portada contó con al menos otra arquivolta más, con dos columnas más y sus capiteles. Consideramos que la portada de la iglesia románica estaba ligeramente adelantada y protegida con una chambrana y, quién sabe, si con un pequeño tejaroz.

En la nueva parroquial se utilizó parte de la portada, así como los dos capiteles del arco de gloria, la pila bautismal, un capitel que sirve de base a la aguabenditera, piedras labradas a hacha en sus muros, además de varias estelas medievales tanto en la aguabenditera como en la culminación de la espadaña.

En la nueva parroquial, sobre la portada, se incrustó un gran capitel, de buena talla, que representa a un obispo bendiciente acompañado por un acólito turiferario y por otra figura mutilada. Otro capitel del mismo estilo sirve de soporte a la mesa de altar. Éste se decora con dos leones de largas melenas atrapados entre ramaje. Ambos capiteles pudieron soportar el arco de triunfo de la antigua iglesia románica.

Emiliano se despidió de nosotros con amabilidad, y emprendimos camino hacia Torremocha de Ayllón con la intención de localizar un antiguo paredón en el despoblado de Gomezuela, junto al río Pedro. Sin embargo, la búsqueda resultó infructuosa. Volveremos en invierno, cuando las choperas estén desnudas y la vegetación no oculte los vestigios del pasado.
Concluimos la mañana comiendo en San Esteban de Gormaz. De regreso, una intensa tormenta acompañada de granizo nos sorprendió en la carretera, dificultando seriamente la conducción. Al final, el temporal no hizo más que confirmar los pronósticos meteorológicos.




BIBLIOGRAFÍA

- ARCHIVO DIOCESANO DE OSMA-SORIA. Libros sacramentales de la parroquia de San Pedro Ad Vincula de Peralejo de los Escuderos
    - Libro de bautizados (1876) Ref. 356/4 
    - Libro de difuntos (1716) Ref. 356/2

- BLASCO JIMÉNEZ, M. (1909): Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria. IIª edición, Cuar. Ed. Tipografía de Pascual P. Rioja.

- HIUERTA HUERTA, P. L. (2002): Peralejo de los Escuderos. Iglesia de San Pedro, en Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria, vol. III. M.Á. García Guinea y José M.ª Pérez González (dirs.), Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico, pp. 787-788

- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana. Madrid. Editora Nacional.

- MADOZ, P. (1850): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid, 1993.

- HERBOSA, V. (1999): El románico en Soria. Ediciones Lancia. León. p. 85.

martes, 5 de agosto de 2025

LA TRANSFORMACIÓN DEL ROMÁNICO DE LA MERCADERA Y ESCOBOSA DE CALATAÑAZOR.

 LA CAÍDA DE LA CAMPANA

Las ruinas, a su tiempo,
alcanzaron sazón. Lo supimos el día
en el que la campana cayó desde la torre
como fruta madura. Un estruendo gravísimo
de fe que se desploma
acompañó el derrumbe. La melena de olmo
se astilló contra el suelo,
pero el bronce mantuvo su obstinada figura
de cúpula y de útero que los vientos fecundan.

De Despoblados. Inédito. Andrés Martín


Fue el seis de mayo cuando nos desplazamos a estos parajes despoblados, La Mercadera y Escobosa de Calatañazor, hoy bajo administración de Rioseco de Soria. En estos días la lucha entre el invierno, que no se resigna a desaparecer, y el verano cuya fuerza no es suficiente para imponerse, nos deparó un día fresco pero soleado, de buena luminosidad. En fin, un día bastante agradable para salir al campo. Aproximarnos allí resultó fácil. La N-122 y la A-11 nos condujeron hasta el cruce de Rioseco y luego, virando a la izquierda, la SO-P-4046 nos dejó al lado de La Mercadera, a la que se accede mediante un camino rural.

Las aldeas de La Mercadera y Escobosa de Calatañazor formaron parte, desde época medieval, de la Comunidad de Villa y Tierra de Calatañazor. Ambas contaron con iglesias románicas que, a lo largo de los siglos XVII y XVIII, fueron profundamente transformadas. Desconocemos si estas modificaciones respondieron a problemas estructurales o, simplemente, a un cambio en los gustos y necesidades de sus habitantes.

Del esplendor medieval de estas localidades aún se conservan valiosos testimonios. En el Palacio Episcopal del Burgo de Osma se guarda la pila bautismal del siglo XIII procedente de la iglesia de San Juan Bautista de Escobosa de Calatañazor. Por su parte, en los almacenes de la Diócesis Osma-Soria, también se custodia una imagen medieval de la Virgen de Escobosa, que da cuenta de la devoción y el arte religioso de la época. 
Lamentablemente, no todo ese legado ha llegado hasta nuestros días. En agosto de 2018, el pasado medieval de San Miguel de La Mercadera sufrió un grave atentado patrimonial: fue expoliada su portada románica, que había sido remontada en su nueva iglesia parroquial reconstruida durante el Barroco. Este acto supuso una pérdida irreparable para el patrimonio histórico de la zona. 




En La Mercadera solo queda la iglesia y los restos de lo que en su día fueron viviendas y hoy resultan esqueletos de madera, piedra, adobe y cemento abandonados. También permanece en pie un almacén en cuya pared aparece la fecha de nacimiento y las iniciales de su dueño: 1970, L.S.R. Al lado del almacén, hincados en la tierra, unos monolitos recuerdan al último vecino de la localidad: Amador Simal. Sus nietos han querido mostrar así su recuerdo. En la parte baja de lo que fue el pueblo, todavía corretea un hilillo de agua que procede de una fuente, y un pilón escondido entre la maleza que en su día sería manantial de vida para humanos, animales y vegetales.


La iglesia de La Mercadera estuvo advocada al arcángel San Miguel y a la Virgen de las Angustias, y fue vaciada de enseres por el Obispado de Osma-Soria cuando el lugar quedó deshabitado, si bien su último habitante se resistió a la salida de las campanas. Como ya señalamos, en agosto de 2018 alguien robó la portada románica, la espadaña tampoco se salvó del expolio y la cruz que la presidía desapareció, al igual que había sucedido con anterioridad con una de las bolas que la adornaban. La otra, huérfana, ha quedado como testigo y prueba de dicho expolio. En su decoración, la espadaña todavía conserva, en su centro, un espectacular óculo que iluminaba el coro.

La iglesia, construida en mampostería y reforzada con sillares, presenta una cubierta a dos aguas en la nave, y a tres, en la cabecera. Ha sido saqueada desde su abandono, y sus elementos, como las gradas funerarias, han sido profanados. Destacan una antigua colmena incrustada en el muro sur y un reloj solar en la fachada principal. Una grieta profunda en la cabecera señala su deterioro progresivo, que probablemente cause su colapso en las próximas décadas. 

De su pasado medieval conservaba hasta 2018 su portada románica, remontada cuando se hace la nueva iglesia, así como también algunos sillares trabajados a hacha y dispuestos entre el mampuesto. Por las fotografías proporcionadas por Blas Gonzalo sabemos que la portada constaba de un arco de medio punto y dos arquivoltas, la primera lisa y la segunda con baquetón escoltado por finas escocias, protegido por una chambrana incompleta de nacela. Toda la portada apoyaba sobre una simple imposta que, a su vez, lo hacía sobre las dos jambas.

Son conocidos relatos de descendientes de antiguos habitantes de La Mercadera que mencionan una pila bautismal muy antigua en la iglesia de San Miguel, cuyo paradero actual se desconoce. Al norte del templo se encuentra un cementerio abandonado y cubierto de vegetación que refleja el olvido de sus difuntos.

La Mercadera, antes un pequeño poblado, ahora está deshabitado y solo lo frecuentan animales como corzos y jabalíes. A pesar de su belleza natural, las vistas a campos de cereal y al valle del río Abión, el lugar ha sido abandonado, lo que resulta difícil de comprender.

De La Mercadera nos fuimos a Escobosa. La ruta resulta sencilla. Hay que volver a la SO-P-4046 que, pasando por el municipio de Rioseco, nos lleva hasta allí. Escobosa de Calatañazor es otro despoblado que poco a poco se integra en la tierra de la que salió. Uno de los pocos edificios que aún mantiene su cubierta fue, en su día, el teleclub, y hoy se mantiene en pie gracias a que sirve a una asociación de cazadores. La calle principal es ancha y está enmarcada en unas buenas aceras de hormigón que todavía son visibles. La calle fue más estrecha, pero las necesidades de la nueva maquinaria agrícola hicieron que se ampliara. Para ello se retranqueó el muro del atrio parroquial, apareciendo restos humanos que se llevaron a un osario en el nuevo cementerio, así como la gran cruz monolítica que hoy preside el cuidado cementerio a modo de cruz parroquial.

Su iglesia de San Juan Bautista, como el despoblado, está desmantelada. La portada, posiblemente románica, todavía conserva su humilde encanto. El interior está deshecho.

Ya hemos mencionado que el inmueble fue objeto de numerosas reformas, algunas motivadas por la necesidad de adaptación a los tiempos, y otras por problemas estructurales. Según informó El Avisador Numantino, en el primer cuarto del siglo XX, unas intensas lluvias ocurridas el 27 de marzo de 1924 provocaron el derrumbe parcial de la iglesia de Escobosa de Calatañazor. Ante esta situación, el sacerdote don Félix Nuño emprendió una campaña para concienciar a la población y promover una colecta popular, contando con el respaldo de don Felipe Las Heras.

El anuncio del sacerdote tocar el corazoncito de Abraham Ransanz, natural del pueblo y residente en La Habana, quien decidió donar una de las campanas. Finalmente, el mismo periódico anunció el 5 de noviembre de 1925 la conclusión y bendición de las obras, destacando la reconstrucción completa de la torre, llevada a cabo desde los cimientos por el maestro de obras don Felipe Rocha, vecino de El Burgo de Osma. Tras el vaciado del antiguo campanario, se sabe que la campana donada por Abraham Ransanz fue instalada en 1999 en la espadaña de la parroquia de la Asunción de Dombellas.

La portada se abre en el muro sur de la nave y estuvo protegida en el pasado por un pórtico. Esta portada es similar a algunas del entorno como son el caso de las de San Lorenzo de Boíllos y la ermita de la Virgen del Barrio de Rioseco, si bien modificada y simplificada; así como de otras muchas de la provincia como es el caso de la parroquial de San Martin de Tours de Bordejé. Presenta un arco de medio punto sobre jambas de sillería coronadas por impostas y chambrana lisa. El conjunto está muy encalado, pero se puede percibir cómo esta portada fue remontada, ya que las dovelas no presentan una perfecta disposición.



Al lado de la portada y hacia el oeste estaba el bautisterio, lugar que presidió la pila tardorrománica que hoy se custodia en el patio del palacio episcopal de El Burgo de Osma. Esta pila imita la decoración de la de la iglesia de San Juan Bautista de Rioseco de Soria, “pero la talla con trinchante con que fue ejecutada denota ya una factura claramente gótica”, anota Pedro Luis Huerta Huerta en su artículo sobre la iglesia de San Juan Bautista de Rioseco de Soria de la Enciclopedia del Románico en Casilla y León. A nuestro juicio es la pila medieval más delicada de la provincia. Es semiesférica, conserva uno de los anclajes de su tapa y se encuentra apoyada en lo que parece un tambor de una columna hexagonal con lados curvos. Lo más llamativo es la decoración de su copa, con diversos motivos geométricos y vegetales (una cruz patada inscrita en un círculo, hojas, una puerta con arco de herradura, ...).

En el interior de la iglesia estuvo la talla románica de la Virgen de Escobosa, que según relata la investigadora Ana Rosa Hernández Álvaro, sería una imagen del último cuarto del siglo XIII, por lo que sería coetánea de la pila bautismal. Se trata de una Virgen sin corona, con el Niño sentado sobre la pierna izquierda de la madre. Según la investigadora, a comienzos de la década de los 80 del pasado siglo, la talla estaba en buen estado, otorgando la policromía de esta al siglo XIX.

Al dejar atrás Escobosa, nos despide su cuidado cementerio. En nuestra memoria desfilan las figuras de Alfredo Cercadillo, oriundo del pueblo, así como las de su sobrino Samuel y María, madre de este. Fueron ellos quienes nos hablaron con cariño del lugar y de su empeño por conservar, al menos, el espacio donde descansan los restos de sus antepasados.


Acabamos la mañana en el café-restaurante Los Quintanares de Rioseco y allí, casualmente, nos encontramos con Lorenzo Sanz Rico, natural de Torreblacos, propietario del almacén de La Mercadera y de las iniciales que allí habíamos visto: L.S.R. Él es quien nos cuenta que Amador, el último habitante, abandonó el pueblo en 1975 para vivir en Valdealvillo, lo más cerca posible de su lugar de nacimiento.